“¡No me pidas que te cuente una anécdota con El Gordo!”, se excusa Rocío Alconada desde el comienzo de la charla. La hija de Ana María Alfonsín y Carlos Alconada duda que los recuerdos con su abuelo, el expresidente Raúl Alfonsín, puedan ser “interesantes”.
De la veintena de nietos que tuvieron el exmandatario y su esposa, Lorenza Barrenechea, Alconada Alfonsín es una de las mayores. Desde su infancia, fue testigo de la etapa más convulsionada, a nivel público, de la familia: la llegada a la presidencia, los años en el poder, el Pacto de Olivos y la permanencia del “padre de la democracia” en la vida política del país.
Niega haber heredado alguna virtud del “El Gordo”, como lo llama a Alfonsín, pero reivindica la defensa urgente de los derechos humanos -de un modo muy parecido a como lo hiciera el dirigente en su Memoria Política- y el diálogo partidario para sobrevivir a la grieta, incluso hacia adentro de Cambiemos.
En diálogo con PERFIL, habla de la interna en el oficialismo, las deudas de la democracia y Carrió, con quien tuvo un fuerte cruce en 2017. También repasa algunos recuerdos con su abuelo, pese a que asegura “no saber qué decir” cuando le preguntan por él.
- Hace diez años, en el Congreso se velaba a un expresidente que había sido central para la historia argentina. Pero para vos era otra cosa, un abuelo. ¿Cómo viviste ese momento y cómo lo recordás hoy con el paso del tiempo?
Ese momento fue raro. Es raro que se muera un ser querido y sentir que no es tuyo porque en ese momento es de todos. Fue uno de los momentos más raros de la vida con él. La ceremonia no era en una sala velatoria sino en el Congreso: venía cualquiera. Uno estaba acostumbrado a que lo besaran y estuvieran con él en los actos pero ahí había tanta gente, muchos dirigentes. No era la primera vez que sentía eso pero sí fue la más fuerte.
- ¿Cuál fue el último diálogo que tuviste con él?
La última vez que lo vi fue minutos antes de que muriera. Cuando ya estaba enfermo yo lo cargaba con que si la gente lo habría perdonado, si ya se había amigado con ellos. Me dijo: “Eso lo vas a ver vos, ustedes. Yo, no sé.” Le pregunté por qué yo, por qué nosotros. “Porque los líderes se miden en los velorios. Según cuánta gente vaya a mi velorio, ustedes se van a dar cuenta qué tanto me amigué con la gente y cuánto me perdonaron”.
- ¿Lo perdonaron?
Sí, sí. No sólo lo perdonaron sino también, de alguna manera, lo reconocieron. Se hizo justicia.
- ¿Te parece que su figura es hoy utilizada a nivel político?
Seguramente algunos lo utilicen, puede ser. Tal vez, desde distintos sectores se da la utilización que les viene bien, que eligen o prefieren, y tal vez no sea una mirada cabal de su pensamiento. Quiero pensar que no hay mala fe pero a veces se ven sectores antagónicos que resaltan su figura y uno dice “acá hay algo que no está cerrando”. No es una mirada completa.
- Hablás de sectores antagónicos y es imposible no pensar en las internas de la UCR…
No me refería tanto a eso sino a algo más amplio. Hoy lamentablemente el país está atravesado por una grieta… Ya me genera rechazo la palabra.
Uno ve hoy el país muy dividido, con antagonismos que hubieran sido impensados en otro momento y fue por lo que bregó toda su vida, por estar en contra de eso, por unificar el país. Ante sectores que intentan profundizar esas diferencias se le hagan homenajes, uno dice “acá hay algo que va en contra de lo que estás homenajeando”. Si homenajeás a un hombre que toda la vida bregó por la unidad, por los consensos, desde el buscar ampliar las diferencias, minimizar al otro, pareciera que no se entendió bien.
- ¿Qué hubiera dicho hoy si viera el escenario político actual?
Puedo suponer que no estaría feliz. Supongo que estaría bregando por terminar este desencuentro permanente.
¿Sería parte de Cambiemos?
Habría que preguntárselo a él. No lo sé. Me acuerdo de cuando se reía y decía “Lilita dice que habla con Dios”. Yo no voy a hablar con quien no está vivo.
Alfonsín tuvo críticas muy fuertes con Carrió. En 2007 llegó a llamarla “traidora” y vos también tuviste un cruce con ella…
A mí no me gustan las formas de Carrió. No me refiero a su persona ni a sus valores: creo que tiene muchas cosas buenas pero no me gustan sus formas. Creo que es una persona muy dañina. No me gustan sus formas para nada.
Pero volviendo a lo de Cambiemos, creo que hubiera dado la lucha en Gualeguaychú para que no se forme la coalición como se formó. Estoy convencida de eso. Y una vez dentro de Cambiemos, hubiera dado la pelea para que las cosas fueran diferentes pero no hubiera roto el partido.
- ¿Hubiera estado más cerca de la posición de las provincias que hoy quieren ir a las PASO con listas separadas?
Hubiera hecho lo imposible por que el partido tome preponderancia e imponga la línea ideológica radical pero como lo ha hecho siempre, gobierne quien gobierne, sin obstruir. De la misma manera que lo hizo con Fernando de la Rúa, que tampoco era el presidente que él hubiera deseado fervientemente.
Hay una anécdota que muestra su calidad humana. Cuando cayó el gobierno de De la Rúa, nosotros estábamos en la oficina que Raúl tenía en Avenida Santa Fe. Suena el teléfono y lo escuchamos que hablaba y decía “Bueno, Fernando. No te hagas problema... A mí me pasó lo mismo. Me hicieron lo mismo”. En cuanto corta, le pregunto con quién hablaba. “Con De la Rúa”, me dice. Estaba furiosa, cómo le iba a decir que a él le había pasado lo mismo. “Pero, ¿qué querés que le diga? Estaba destrozado”, contestó.
Tenía este tipo de actitudes permanentemente. Así pasó con el Pacto de Olivos. Muchos radicales que prometían que iban a votar para aprobar con los dos tercios decían barbaridades. A él no le importaba que le pegaran. Él no pensaba en ser un prócer o que hablaran bien de él.
- ¿Cuántos años tenías cuando Alfonsín llegó a la Presidencia? ¿Qué recordás de esos años?
Once. Recuerdo los actos, las campañas, salir a repartir boletas. ¡El acto de Ferro! Había paro general y estaba el miedo de si se iba a llenar o no el estadio. El locutor decía en ese momento “no nos pueden parar”, en alusión al paro. La gente llegaba igual. Fue uno de los primeros actos donde se repartieron papeles con el preámbulo de la Constitución Nacional. Cuando llegó el momento, la gente lo recitaba a coro. Yo era chica y pensaba “¿Por qué lloran? Qué gente rara”… Tal vez sentían que ganábamos…
- ¿Y Olivos?
No íbamos mucho. Vivíamos en City Bell e íbamos bastante poco. Nos juntábamos todos los primos pero no era algo que me fascinaba. Yo era bastante más grande que mis primos y me aburría. El Gordo tenía una tele grande y te sentaba a ver películas. Siempre estaba reunido, no tengo muchos recuerdos de él distendido, charlando.
En Olivos hay un cine chiquito, al que iban los chicos que estaban haciendo la conscripción o el personal de la quinta. El que quería iba a ese cine. Íbamos ahí, estaba bueno.
- En algunas biografías sus hijos cuentan que era muy estricto con su educación, tirándoles revistas y obligándolos a leer clásicos. ¿Era así como abuelo?
No, no era tan así. Conmigo era… Una vez creyó que yo me iba a trabajar con un chico del partido que no le gustaba mucho. Me llamó y casi me mata. Se fijaba, te controlaba pero bien, daba una sensación de que te estaba cuidando.
Más tarde trabajé con él en la Convención Constituyente. Lo fui a visitar y como se enteró de que había dejado la facultad me dijo que me quedara ahí. “Te quedás acá ad honorem, te pago el hotel”, dijo. Me despertaba a las 6.45, era el primero en llegar. El sentido de la responsabilidad era terrible.
"El Gordo" siempre fue un abuelo presente. Tal vez porque yo fui una de las más grandes, tuve la suerte de acompañarlo mucho.
- Fue celoso de la intimidad familiar. ¿Cómo veías vos en ese momento que una parte de la familia fuera pública y otra no?
Creo que a nadie le interesó mucho nunca. No sé si eso lo inculcó antes... No tengo recuerdos de que él dijera que no, sino que se daba naturalmente. A nadie nunca le gustó mucho nada.
- ¿Se lo recriminaron alguna vez?
¡No! Para nada. A todos les interesaba la política pero uno lleva una carga. A Ricardo siempre le fascinó la política pero es muy pesado que te digan “el hijo de”. En algún punto, algunos se replegaron por eso. Recién cuando él empezó a correrse, otros actuaron más activamente. No es que no estaban antes sino que no tenían cargos.
Él no tenía intereses personales. Tal vez eso lo hace distinto en algún aspecto. Y no hay muchos así.
- ¿Hay alguien en la escena política que se le asemeje?
Seguro pero además de ser hay que poder llegar y tener acceso. Se tienen que conjugar un montón de cosas.
- ¿Y entre los candidatos que ya están posicionados?
No lo sé. Con las mismas cualidades, el combo completo, no lo veo. Tal vez porque yo lo miro con más cariño a él y no vea a otros.
- ¿Le reclamarías algo?
Algo siempre le reclamaba pero hoy ya no. Me daba bronca que se deje castigar tanto. Él me decía que no le importaba. Pero a mí sí. Es muy difícil separar el personaje político del abuelo.
- En el último aniversario del Golpe de Estado, hablabas de la necesidad de un traspaso generacional. ¿Qué quedó pendiente en la consecución de ese legado?
Nosotros le debemos a la Argentina las cosas que quedaron por hacer. No supimos, no pudimos o no quisimos. En aquel momento se pudo hacer mucho pero otro tanto no. Conseguimos la consolidación democrática pero nos falta contenido: nos falta que se coma, se cure y se eduque. Si no, es una democracia vacía.
En aquel momento era muy claro que la diferencia entre la democracia formal y la dictadura era la vida o la muerte. Pero hoy estamos ante una democracia tan endeble en algunos aspectos… Hoy los derechos humanos también están siendo violados de manera trágica.
Me preocupa mucho cómo se utiliza la figura de los Derechos Humanos, cómo se banaliza entre quienes cometen delitos y la “gente de bien que paga impuestos”. Los Derechos Humanos son para todos, también para quienes cometen delitos. Cualquier persona que viera lo que pasa en las cárceles no repetiría nunca más estos argumentos.
Hoy en día los Derechos Humanos están vulnerados en todo aspecto. Hoy la gente no puede comer, no puede educarse, no tiene acceso a la salud. Todo eso es una deuda que tenemos.