Esta vez, Brasil no confrontó con la Argentina. Pero tampoco se privó de prender la mecha en la reunión con su exhorto para que el Mercosur se modernice. ¿De qué modo? Bajando los aranceles con el mundo exterior y poniéndole fecha a la propuesta que el gobierno de Jair Bolsonaro empuja dentro del bloque. Es el otro gran tema, a la par de la flexibilidad para negociar con terceros, que la Argentina se resiste en base a su propia visión sobre el tema.
“Defendemos la modernización del bloque, como la actualización de las tasas arancelarias externas. A Brasil le gustaría destacar la importancia de la reunión que los cancilleres van a realizar en abril en materia de revisión de las tasas y aranceles propuesto por Brasil”, lanzó Bolsonaro. Y añadió: “Queremos celeridad y concentrar nuestro trabajo en generar inversiones externas que puedan generar trabajo, empleo y renta”.
Hasta el cambio de gobierno, en diciembre de 2019, el gobierno de Mauricio Macri avanzaba en la discusión para reducir el Arancel Exteno Común. Con algunos matices que se estaban resolviendo en el marco de una comisión ad-hoc, se esperaba alcanzar un acuerdo para una rebaja consensuada. La llegada del Frente de Todos quebró esa unidad al plantear una mirada discordante y demorar, todo lo posible, una definición.
En un diálogo por videoconferencia la semana pasada, el canciller Felipe Solá le planteó a su par brasileño, Ernesto Araujo, que la Argentina no solo se niega a una rebaja generalizada –apunta a un esquema gradual y segmentado por sectores– sino que proponía no concretarla antes de las negociaciones comerciales en curso. Acorde al ministro, pondría al bloque en un piso muy bajo para sentarse a acordar con terceros.
Brasil piensa distinto, aunque en esa reunión Araujo se limitó a tomar notas. Al igual que Uruguay, lo ven como una condición necesario para generar interés en otros bloques y regiones. “Deseamos que nuestras economías puedan participar aún más de las nuevas cadenas regionales y mundiales de valor, especialmente en este momento cuando necesitamos superar con urgencia los grandes daños ocasionados por la pandemia”, insistió Bolsonaro en su discurso.
La intención de Brasilia y Montevideo es acelerar también en esta cuestión con la mira puesta en la reunión de cancilleres del 22 de abril. Originalmente, esta cita se había pensado como parte del cronograma por los 30 años del Tratado de Asunción pero al migrar al formato virtual, se postergó. Solá insistió con hacerla presencial así que se buscó una nueva fecha en el calendario para que los cuatro ministros puedan estar presentes. Coincidirá con la primera de las dos jornadas de la Cumbre del Clima a la que el presidente estadounidense Joe Biden convoca, entre otros, a Alberto Fernández.
¿Puede alterar el clima en el Mercosur el cruce de hoy con Lacalle Pou e impactar en esa reunión? En el Gobierno aseguran que falta casi un mes y mucho puede cambiar: puede haber un nuevo canciller de Brasil –hace tiempo que Ernesto Araujo se tambalea en Itamaraty–; puede haber un reposicionamiento de Uruguay o, incluso, un ordenamiento de prioridades de acuerdos por país extra Mercosur para direccionar a todos en el mismo sentido.
Por lo pronto, el clima en la reunión de trabajo posterior en la Cancillería, donde Felipe Solá recibió a los representantes diplomáticos del bloque fue ameno. El embajador uruguayo Carlos Enciso, todavía recuperándose de su tránsito por la covid-19, se excusó de quedarse al almuerzo, aunque estuvo presente el resto del tiempo. Mucho más diplomático que las aireadas reacciones, al otro lado del charco, arengando a Lacalle Pou por haberle cantado sus verdades a la Argentina.