En 2019 Alberto Fernández inició su presidencia con porcentajes históricos de equidad en su gabinete. Bastaron menos de dos años para revertir esa situación y retroceder en la inclusión de género. La incorporación de varones en la nueva estructura colmó el vaso del oficialismo feminista que alertó sobre la jugada, aunque sin sacar los pies del plato. Fue la secretaria de Legal y Técnica, y mujer de estrecha confianza del mandatario, Vilma Ibarra, la que elevó las quejas que se tradujeron en una primera jugada: la designación de Gabriela Cerruti como titular de la Unidad de Comunicación de Gestión Presidencial. Si bien el nombre fue mencionado por Fernández tuvo su raíz en el reclamo feminista y hasta podría decirse que el empujón final ya que cuando surgió el rumor se escuchó al Presidente decir que no tenía ni tendría vocero, vocera de gestión.
Días después, sin embargo, fue el jefe de Estado el que hizo el anuncio de la flamante incorporación de una “portavoz” para comunicar “información, datos, anuncios, pero también las ideas y el rumbo del gobierno en su conjunto”.
Y con un agregado especial para los oídos feministas: “Que esa función sea ejercida por una mujer resalta dos cuestiones fundamentales de nuestro gobierno: queremos una comunicación clara, precisa y transparente y sostenemos la vocación de avanzar en la igualdad de género y de oportunidades”, publicó en su cuenta de Twitter.
Fue Ibarra la encargada de confeccionar la estructura y determinar con precisión las tareas de la nueva dependencia, para que no choquen con las áreas de comunicación ya existentes.
Según se indica en el decreto 710, publicado el viernes en el Boletín Oficial, la nueva Unidad dependerá de forma directa de la Presidencia de la Nación y Cerruti tendrá rango de ministra.
Su tarea será ser la portavoz del Presidente “comunicando medidas de gobierno” y articular con la Secretaría de Comunicación y Prensa “en la información que se brinda sobre la gestión de gobierno a los medios de comunicación, nacionales, provinciales, locales e internacionales”.
Cómo lograrán esa articulación es un capítulo que aún no está escrito, aunque como prólogo se escucharon en la Casa de Gobierno voces de confusión y hasta malestar por la nueva designación. Muchos en la Rosada se enteraron el mismo día del nombramiento. Aunque nadie porfía y reconocen como un reclamo entendible el pedido de equidad.
El jueves pasado, cuando aún no estaba confirmada la nueva asunción, Mercedes D’Alessandro, directora nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, reconoció en una charla convocada por el Frente Patria Grande que los cambios de gabinete pos-PASO “fueron para nosotras el acabose” ya que dejaron afuera a mujeres ministras.
La funcionaria, una de las más picantes en sus críticas, se permitió ironizar ante lo evidente: “Ves las fotos y son todos tipos, la reunión con empresarios, todos tipos, la del plan pymes verdes, todos tipos, siempre todos tipos”.
“Nosotras que estamos adentro estamos a los codazos todo el tiempo –relató– y lo tenemos que seguir haciendo porque nadie va a pedir por el aborto, ni por la justicia menstrual, ni por el salario para las trabajadoras (de comedores, de cuidados, etc.)”.
La posición de D’Alessandro es similar a la de la mayoría de las funcionarias del Gobierno, quienes consideran la necesidad de batallar por la incorporación de mujeres a contrapelo de los volantazos del Presidente. La lógica que esgrimen es “entra una entran cien” en relación con la modalidad de sumar más mujeres en cada espacio que se les abre. Aunque aún no está claro si será la modalidad que podrá mostrar Cerruti, en una estructura que habría diseñado la propia Ibarra.
Cuentan que la secretaria de Legal y Técnica tuvo que intervenir varios actos de campaña donde se veían en el escenario todos varones. La funcionaria no tuvo inconvenientes en subir a dirigentes mujeres para equilibrar, al menos en la imagen, la desproporcionada balanza.
En 2019, cuando inició su gestión, Fernández montó una estructura donde los cargos de alto rango se dividían en un 62,63% de varones y un 37,37% de mujeres. Aunque no había igualdad en el reparto los números fueron superiores a la media tradicional y si comparamos con las dos últimas administraciones se nota la diferencia. En su segundo presidencia, iniciada en 2011, Cristina Fernández designó un 22,84% de mujeres en cargos de decisión en tanto su sucesor, Mauricio Macri, elevó el número al también desequilibrado 23,51%.
Lo mismo sucede en relación con la estructura del gabinete que estableció el jefe de Estado en la primera etapa de su mandato. Sobre veinte ministerios el Presidente nombró a cuatro mujeres como ministras: Sabina Fréderic (Seguridad), Marcela Losardo (Justicia), Eugenia Bielsa (Hábitat) y Elizabeth Gómez Alcorta (Mujeres). Pero con los cambios de gabinete ese número se redujo a dos, ayudado por el hecho de haber ascendido a Carla Vizzotti en la cartera de Salud.
Su llegada ya genera cruces
Periodista, escritora, dirigente política y feminista, Gabriela Cerruti eligió como primer acto de gestión presentarse ante sus pares, acreditados de la Casa de Gobierno, para contarles la novedad de su nueva función. Después, solo después, siguió su camino por las dependencias del Estado que le serán familiares. La ahora ex diputada nacional acredita un alto perfil y vasta experiencia en el mundo de los medios. A su favor le suman la capacidad de leer las jugadas empresariales y las operaciones políticas, pero le resta cierta verborragia que mal utilizada puede jugar en contra del Gobierno. Su llegada generó más resquemores que aliento en las dependencias de Comunicación de la Rosada, donde no está claro cómo será esa convivencia. Un dato picante, en 2017 tuvo un altercado tuitero con su nuevo jefe, Fernández. “No dudo de que despreciás al kirchnerismo”, le dijo la vocera. “Nunca fuiste peronista, ganate una banca sin chicanear. A mí no, Gaby”, le respondió Fernández. Parece que ahora sí.