Esta situación está a tono con el escenario de polarización que promueve para retener el poder en las elecciones del año próximo.
En ese marco, Evita es rescatada por su pasión militante a favor de los excluidos, los pobres y los trabajadores contra la oligarquía, el imperialismo y los traidores.
El último Perón, el de los setenta, el del abrazo con Balbín y de la frase "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", ése Perón es deliberadamente olvidado por el kirchnerismo.
Es, como diría la Presidenta, una "construcción": se recorta la figura de Evita olvidando que ella misma nunca se propuso como una alternativa presuntamente superadora de su esposo, sino que siempre se pensó al servicio del proyecto político de Perón.
Esto ya se vio antes, en los setenta, cuando los montoneros terminaron presentándose como los herederos de Evita en "la creación de las milicias populares" y desafiaron la autoridad de Perón, a quien acusaban de obstaculizar la esencia revolucionaria del pueblo, que era peronista.
Perón había dejado de ser peronista o ya no lo comprendía bien en la interpretación de Montoneros.
El kirchnerismo no llega a tanto: es una corriente dentro del peronismo que amaga más de lo concreta también en el plano simbólico. Como sucede, por ejemplo, con su política exterior actual, donde combina la amistad con Hugo Chávez con un canciller decididamente pro norteamericano.
Pero la construcción de Evita como guía y mentora le sirve en lo inmediato para justificar la polarización que promueven sus exegetas y los ataques a los aliados de ayer, como Eduardo Duhalde, a los que acusa de estar traicionando las verdaderas banderas del peronismo.
* Editor jefe de PERFIL y autor de " Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci?"