La institución de la vicepresidencia, reinstaurada en la Constitución de 1990 (después de la caída de Alfredo Stroessner) y puesta en práctica en las elecciones de 1993 con la fórmula Juan Carlos Wasmosy-Angel Seifart, reitera sus pésimos resultados en todos los gobiernos sucesivos, en los cuales el vicepresidente termina siendo el opositor más entusiasta al Ejecutivo. En el Paraguay, la función esencial del vice es actuar de nexo entre el Ejecutivo y el Legislativo, y Federico Franco, médico de 46 años, reconoce grandes dificultades para cumplirla.
—¿Cómo están sus relaciones con el presidente Fernando Lugo?
—Y... se desgastan. Ya no son como durante el período proselitista.
—Antes de la elección también había diferencias: en el Partido Liberal Radical Auténtico que usted lidera no estaban de acuerdo con que Lugo encabezara la fórmula.
—Nosotros pretendíamos una preelección o al menos una encuesta. Pero no se dio. De modo que tuvimos que aceptarlo.
—En todo este tiempo, incluidas las denuncias de paternidad, ¿usted esperaba que Lugo fuera diferente?
—Sí. Nosotros lo veíamos como un hombre de Iglesia, un “iluminador”.
—Eso suena mesiánico.
—Es cierto, pero pensábamos que podría conducir el país con mayor eficiencia, conciliar intereses, llevar adelante los cambios. Y compartir tanto la tarea como la información. Ahora nos desayunamos cada día con una sorpresa. Temas prioritarios como Itaipú, Yacyretá, Petropar son temas de Estado. Como lo del subsidio a los sesameros.
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