Los infectólogos no lo plantean en esos términos porque lo consideran “poco ético”. Las autoridades, directamente, lo esquivan porque es políticamente incorrecto. Pero el éxito del aislamiento obligatorio ahora derivó en una nueva fase, conocida como “cuarentena administrada”, en la que hay especialistas y funcionarios que creen necesario que no solo se flexibilicen actividades sino que también aumente la cantidad de contagiados.
Esa lectura tiene sustento sobre dos ejes: el económico, para lograr que la cuarentena que busca achatar la curva de contagios no se extienda en el tiempo complicando aún más la situación económica, pero también el sanitario, para que aumente el porcentaje de inmunizados en la sociedad y funcionen como una especie de “muro de contención”. Sin embargo, tiene varios problemas de raíz. Sobre todo dos: ¿Cómo lograr que los contagios sean todos leves? ¿Y cómo estar seguros de que se va a lograr “administrar” los contagios sin que se dispare la curva y se sature el sistema sanitario?
“El objetivo siempre es que no colapse el sistema de salud, pero al mismo tiempo no querés una curva plana de 15 casos si podés afrontar 500”, reconoce un funcionario porteño. “La curva la tenés que recorrer, sin pasarte del límite, pero lo más rápido posible”, agrega. Esa postura empieza a ser más escuchada entre funcionarios de la Ciudad y también lo reconocen en la provincia de Buenos Aires.
“Argentina está peleando tener casos a través del tiempo sin que sature el sistema de salud”, explica el infectólogo Eduardo López, uno de los que se sienta en la mesa de expertos de Alberto Fernández. “Pero hay que tener espalda económica como Alemania para estar ocho semanas de cuarentena”, e insiste: “La clave es cuán paulatina tiene que ser la salida, cómo flexibilizar sin que se escape la tortuga”.
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“Es irresponsable hablar de contagios”, sostiene, a título personal, el infectólogo Alejandro Lepetic, quien actualmente se desempeña como director médico de vacunas en Brasil de GSK y es socio fundador de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero. Prefiere hablar de un “caudal de infectados posibles de manejar, administrar la infección en la comunidad”. “Con una cuarentena controlada, vos tenés que poder tener una administración de los contagios que permita que el sistema de salud los absorba”, reconoce. No obstante, hace mucho hincapié en que hay personas que no tienen factores de riesgo cuyo cuadro también se complica.
Para Fernando Polack “es una realidad inevitable que cuando tenés más gente circulando vas a tener más infecciones, y obviamente nadie desea que eso ocurra, pero es inevitable”. Y agrega que “el perjuicio de esas infecciones es que hay gente que se puede enfermar gravemente y eso también es, hasta que tengamos una intervención que modere o trate el coronavirus, inevitable para un porcentaje pequeño de la población”. De todas formas, este pediatra infectólogo advierte que “la ventaja secundaria que tiene es que la gente que se infecta y se recupera queda inmune, por lo que se empieza a construir un grupo de personas que no van a tener la enfermedad nuevamente, por lo que muy probablemente no vayan a contagiar a nadie y por lo tanto van creando un muro de contención alrededor de aquellos que sí se podrían contagiar”.
El alto funcionario porteño coincide, apelando a la estadística: “Si vos tenés a la mitad de la población inmunizada y la tasa de contagio es de dos, significa que solo uno se va a contagiar”.
Este concepto de “inmunidad del rebaño”, sin embargo, viene generando polémicas en el mundo científico. Para la infectóloga Silvia González Ayala, “es falso que si te contagiás luego sos inmune” y refiere a casos que se detectó que no generaron anticuerpos luego de haber estado infectados. Polack, en cambio, es contundente: “Absolutamente el infectado se inmuniza y es muy poca la inmunidad que es necesaria adquirir para estar protegidos. Hay estudios en monos, que han sido desafiados con un millón de dosis de coronavirus y no los pudieron infectar teniendo mínima protección”.
La economía. La nueva prórroga del aislamiento social, preventivo y obligatorio que va a disponer el Gobierno llega con números de impacto económico que empiezan a preocupar. Según el Nowcast de pobreza que realiza mes a mes el econometrista de la Universidad Di Tella Martín Rozada, ya en marzo la tasa de pobreza había subido a 37,9%, con apenas un tercio del mes de aislamiento obligatorio. Diversas estimaciones ya hablan de cifras que podrían superar el 45% después de la cuarentena. La Cepal, en tanto, estimó una caída del PBI de 6,5% para 2020.
[NOWCAST DE POBREZA] Con datos de la inflación de marzo de 2020, el nowcast proyecta una tasa de pobreza de 37.9% para el semestre oct19-mar20. El IC al 95% es [37.0%, 38.8%]. En rojo datos oficiales, en azul estimaciones y en verde proyección. pic.twitter.com/ZAoEGI8y6m
— Martin Rozada (@MartinGRozada) April 15, 2020
El impacto económico incluso ya se está sintiendo con fuerza en el sistema sanitario privado. “Hay una bajísima actividad, un aumento impresionante de costos, una estructura de recursos humanos que no se puede bajar y pagos que están cada vez más retrasados”, describe una fuente del sistema de salud. Las obras sociales sindicales, en tanto, ya están negociando refuerzos con el gobierno ya que vieron mermar muy fuerte las cargas patronales que pagan las empresas.
En ese contexto es dónde desde diferentes sectores políticos, empresariales y también médicos, se preguntan hasta cuándo se puede mantener una curva por debajo de las capacidades del sistema. Desde el sector de la medicina privada coinciden con la hipótesis. “Si la curva está baja, la pandemia se prolonga en el tiempo”, señalan.
“Lo ideal es utilizar medidas que empujan la curva para abajo que no dañan la economía. Si fuiste eficiente, te da margen para abrir más actividades. Nosotros nos pusimos firmes demasiado rápido y la curva sigue muy plana, ahora hay que encontrar la manera de flexibilizar sin que se dispare, porque la tasa de contagio es muy sensible, y quizás te diste cuenta que te equivocaste 15 días después y ya es tarde”, añaden desde la Ciudad.
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“Es imposible obtener cero contagios salvo manteniendo a todo el mundo encerrado en su casa en una cápsula de vacío. Eso no lo puede hacer ningún país”, admite Polack. Y recomienda un plan sostenido en cuatro pilares: “Monitoreo de contagiosos y sus contactos para meterlos rápidamente en cuarentena, control en centros de alto tránsito, control de fronteras (regresar a argentinos pero no admitir extranjeros) y una política elaborada para ancianos y pacientes de riesgo que incluya horarios prioritarios”. Para Lepetic, “las diferencias están en la densidad poblacional y la densidad de las actividades que estás habilitando” cuando se flexibiliza la cuarentena.
López, en tanto, hace hincapié en la necesidad de seguir aumentando, y a mayor velocidad, la cantidad de testeos. “Se tiene que poder detectar y aislar rápidamente”, argumenta.