Las amenazas que recibió Beroiz (secretario general del Sindicato de Camioneros de Santa Fe y tesorero de la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros) hacen que la principal sospecha apunte a una pelea gremial como trasfondo de la agresión.
La teoría de que el asesinato de Beroiz, quien tenía 71 años y era oriundo de Venado Tuerto, se produjo como un hecho delictivo simple “ni siquiera es investigada”, confirmó a PERFIL una alta fuente judicial que adhiere a la teoría de un crimen por encargo cometido por “asesinos inexpertos”.
“ Iban a matarlo, dejaron una fotografía de la víctima en una carpeta”, señaló la fuente sobre el crimen que se perpetró el martes pasado en Rosario.
Beroiz estaba a cargo manejo contable del dinero de Camioneros en la provincia, calculado en 17 millones de pesos y de la Federación que maneja a nivel nacional alrededor de 250 millones de pesos, subsidios oficiales incluidos.
En Venado Tuerto, había conseguido un predio de cinco hectáreas, valuado en medio millón de pesos, para la edificación de un polideportivo recreativo apodado “El Country”. Además, habría adquirido por una cifra cercana a 250 mil pesos el quebrado Sanatorio Casay, de esa misma ciudad, y un edificio para una nueva sede de la entidad gremial.
Dudas sobre el ataque. Según pudieron reconstruir los investigadores, el teléfono celular de Beroiz sonó dos veces a las 5.50 de la mañana, antes del feroz ataque, sin que nadie lo atienda. Luego, el sindicalista no desayunó en Hotel Plaza, algo que siempre hacía.
A las 6.30, pagó la estadía en el garaje del Automóvil Club Argentino (ACA). Cuando llegó a la puerta de su vehículo Volkswagen Passat azul, valuado en no menos de 100 mil pesos, dos desconocidos le dispararon tres tiros con un revólver calibre 38. El sindicalista trató resistir la emboscada a las trompadas, pero los atacantes lo apuñalaron en el hígado, en el pulmón, en los intestinos y en su mano izquierda. El puñal de hoja corva con el que habría intentado defenderse quedó tirado en el suelo, cubierto de sangre. Lo mismo que su maletín, sus lentes y el celular con las dos llamadas perdidas titilando en el display.
Los hechos sucedidos en la madrugada del martes pasado fueron presenciados al menos por cinco testigos, quienes los relataron a la Justicia. Un custodio de la playa de estacionamiento, que oyó la agonizante voz de Beroiz clamando por ayuda en el suelo, declaró que vio a los jóvenes que interceptaron al dirigente gremial. Fue el primero en alertar a la Policía de Rosario sobre el crimen.
“Lo esperaron desde temprano en una de las salidas del garage, sobre la calle San Juan. Se alejaron unos metros y luego regresaron para interceptarlo”, sostuvo el hombre, que adoptó la modalidad de identidad reservada.
Iliana Beroiz, hermana menor de la víctima, reveló públicamente que Abel recibió amenazas de muerte. Fue citada por la Justicia para prestar declaración testimonial pero no concurrió.
“Lo tenían marcado con precisión; Abel era metódico en sus tareas cotidianas”, contó a PERFIL un miembro del entorno de Beroiz.