Después de las demostraciones de afecto que recibió de tantos ciudadanos en el velatorio de su marido, resulta difícil imaginar que Cristina Kirchner no se sienta obligada a ser la candidata de su espacio político en las elecciones de 2011, para las que hay que definir precandidaturas dentro de cinco meses. Ella ya media mejor que el ex presidente y los pronósticos actuales asumen que en el próximo sondeo el índice de aprobación de la Presidenta saltará de 33% a más del 50%, convirtiéndose en el político más valorado del país.
También la obliga a ser la candidata de su espacio la pasión que colocaron los comunicadores oficialistas quienes fueron más duros que nunca contra los opositores y los medios de comunicación. Calificar de “canallas” o “carroña” a los periodistas que no comparten sus ideas demuestra el estado de radicalización que invade hoy a los más cercanos al poder. Lo que puede interpretarse tanto como una señal de miedo y fragilidad que obliga a sobreactuar lo opuesto, como un indicio del verdadero reforzamiento del oficialismo que, paradójicamente, hoy tiene un candidato con más posibilidades de vencer en las próximas elecciones que antes de la muerte de su conductor.
Desde el kirchnerismo todas las voces coincidieron en la idea de “profundizar el modelo” y remarcar que “el hombre muere pero el movimiento es inmortal”. Y si Scioli no sería una garantía de continuación del modelo o movimiento, mucho menos de profundización ¿que otro candidato sino Cristina encarna esa demanda?
La muerte de Néstor Kirchner también repercutiría en la interna del radicalismo y del peronismo federal porque el efecto de sugestión colectiva que tiene su funeral, como lo fue el de Alfonsín para el radicalismo, corre a la sociedad algunos grados a la izquierda ya que la simpatía que recupera Kirchner se irradia hacia sus ideas.
Tanto el radicalismo como el peronismo tienen su ala derecha e izquierda, con todos los límites de la simplificación de esta clasificación. Y van juntas porque cuando la sociedad se corre a la izquierda o a la derecha en ambos partidos triunfan los candidatos que representan esa tendencia. No es casual que en los 90 tanto Menem en el peronismo como De la Rúa en el radicalismo, representaran el deslizamiento hacia la derecha de la sociedad (y el mundo tras la caída de la ex Unión Soviética), como Kirchner en el peronismo y Alfonsín en el radicalismo, el deslizamiento hacia la izquierda que se inició en la Argentina tras nuestro colapso de 2002.
Y sin llegar a los extremos de los 90, Reutemann en el peronismo o Cobos en el radicalismo, están posicionados más hacia la derecha.
Tras la muerte de Néstor Kirchner los pronósticos sobre los escenarios futuros se dividieron en dos posiciones antagónicas que reflejaban más los deseos que el análisis de quienes los formulaban. Estaban quienes percibían un futuro con un kirchnerismo acelerando la retirada en la que ya lo veían y a una Presidenta con dificultades de gestión por el vacío que dejaba su marido muerto (la versión que tanto irritó a los comunicadores oficiales). Y, por el opuesto, quienes encontraban que el dolor frente a la muerte de Néstor Kirchner templaba la militancia, inclinaba positivamente a los indecisos y aumentaba relevantemente las posibilidades electorales del oficialismo.
Objetivamente este último escenario es hoy el más probable pero también podría cambiar velozmente si el oficialismo demostrara que su capacidad de gobierno no puede absorber la pérdida de su principal gestor. O se reencendieran sentimientos de aversión que, en gran parte, desaparecen junto con la vida del ex presidente, por errores del propio oficialismo. En cualquier caso, todos miran a Moyano.