POLITICA

De Cobos a Santoro, la pesada mochila de los vices opositores

El kirchnerismo no tuvo buenas experiencias cuando eligió a un vice opositor: Cobos, el “no positivo” y Boudou, bi-procesado. Galería de fotos

Cobos, Boudou y ahora Santoro. La pesada mochila de los vices opositores.
| Dyn

De levantar la bandera de los Derechos Humanos a ungir a un teniente del ejército acusado de torturar a un militante en los ‘70. De promover la “pluralidad de voces” a castigar disidencias con la pauta oficial. Son muchas las contradicciones que se le achacan al kirchnerismo en 12 años de gestión. Sin embargo, lo que nunca abandonó fue su vocación por incorporar dirigentes opositores para integrar candidaturas que, muchas veces, terminaron en escándalo.

Promesas de lealtad por un lado, y búsqueda de acuerdos y consensos por el otro. Así fue la llegada del entonces gobernador mendocino Julio Cobos a la fórmula que integraría “una pinguina”. Corrían los primeros meses de 2007 y el mandatario provincial no se guardaba elogios para con la senadora Cristina Fernández de Kirchner, así como la “concertación plural” de la UCR se consideraba un sostén del gobierno de su marido.

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"Tiene perfil propio y responde a todo lo que se necesita: una imagen muy firme, mantener la autoridad, que es lo que se necesita nuestro país”, decía Cobos en febrero de 2007, cuando convocó a una conferencia de prensa en la Casa de Gobierno mendocina para hablar de la primera dama.

Aún así, el entonces gobernador esperó a que sus correligionarios le levantaran el pulgar para aceptar el lugar en la fórmula que el propio Kirchner le había ofrecido. Lo hicieron público meses después en el partido bonaerense de Vicente López, donde el referente Miguel Saíz se diferenció de los radicales puros al sostener que la candidatura de Cobos "apuesta a profundizar la concertación" con el kirchnerismo y negó que vaya a ser una "figura decorativa".

El mendocino lo correspondía: “La UCR tomó un rol activo para llevar adelante al país ayudando a un gobierno que es artífice de un cambio fundamental. La pertenencia (a un partido) no la da una estructura burocrática, sino el corazón y las convicciones”. La noche terminó en aplausos, que sellaron el eslógan ‘Cristina, Cobos y Vos’ con el que un grupo de radicales –de la mano de Kirchner– habían cumplido un sueño que parecía eterno: integrar una fórmula presidencial.

No importa lo que Cobos hiciera una vez en la vicepresidencia, de algún modo u otro, ya era acusado de traidor. El mandatario, que había llegado en 2003 a gobernar Mendoza con el voto radical, fue expulsado “de por vida” de la UCR tras integrarse en la fórmula oficialista: el partido se encolumnó entonces detrás del presidenciable Roberto Lavagna. El gobernador ocupaba “una posición bastante indigna, ya que se hizo kirchnerista por dinero, porque lo compraron”, sostenía Gerardo Morales.

El otoño duró lo que tarda en llegar el invierno. El panorama político y electoral cambió drásticamente para Julio Cobos el 17 de julio de 2008. “Fue el día más difícil de mi vida”, se lamentó él unas horas después de haber frenado con un “voto no positivo” la primera gran batalla de Cristina en el poder: las retenciones móviles a los agropecuarios.

Fueron muchas las especulaciones que se trazaron al respecto: quienes lo defendían sostenían que nadie lo había consultado sobre esa polémica medida. Sus detractores le espetaban que había llegado a presidir al senado gracias al kirchnerismo. Para todos, de alguna manera, Cobos pasó a ser sinónimo de Judas.

Después de tropezar con la primera elección de un vicepresidente, Cristina no quiso andar con vueltas y fue a lo seguro. O eso creyó el 25 de junio de 2011 cuando elogió a su ministro de Economía, Amado Boudou, por su iniciativa de estatizar las AFJP y lo eligió como su candidato a vicepresidente de la nación.

Se trataba de elegir lo opuesto: esta vez se buscó a un dirigente que ya integraba la mesa chica del oficialismo, de muy buen diálogo con Cristina. A Boudou se le colgaba la medalla de haber resucitado al Gobierno al darle la gran caja de la ANSES, con la que se habían lanzado decenas de programas sociales que dotaba de popularidad a la gestión.

Quizás por eso todos olvidaron el pasado del ministro, que había comenzado su actividad política en Mar del Plata, en la UCeDé. Y tampoco se escuchaba hablar de la imprenta Ciccone Calcográfica, cuyo levantamiento de la quiebra terminó por convertir al presidenciable en una mochila muy pesada para Cristina.

En feberero de 2012, el periodista Jorge Lanata volvió a la radio con el testimonio de Laura Muñoz, la exmujer del empresario Alejandro Vandenbroele, y aseguró que su expareja era el testaferro del vicepresidente en la imprenta a la que le habían otorgado un plan flexible de pagos y que había obtenido millonarios contratos con la Casa de la Moneda para la impresión de billetes. Quedó, dos años después, en la historia: se convirtió en el primer vicepresidente en ser procesado por delitos de corrupción. Una vez más, el vicepresidente debía ser ocultado.

Los aires de fin de ciclo no cambiaron la vocación kirchnerista de elegir opositores en las fórmulas. Cuando todos esperaban que un candidato acompañara en la fórmula porteña al camporista Mariano Recalde en la Ciudad de Buenos Aires, el presidente de Aerolíneas anunció que sería el radical Leandro Santoro.

Con pasado en la militancia universitaria, Santoro se convirtió en un referente de la agrupación “Los irrompibles”. Si bien el dirigente ya había manifestado en distintas oportunidades su afinidad con el kirchnerismo, de la red social Twitter nunca borró su identidad de opositor radical. Allí había tildado al vicepresidente de “Boludou”, también acusó a Kirchner de estar “cerca de los sicarios” de Mariano Ferreyra.

​"Se fugaron más presos este finde... Ahora entiendo que querían decir los pibes de La Campora con eso de que 'militaban para la liberación'", escribía Santoro en agosto de 2013, dos años antes de acompañar a un camporista en una fórmula K. Nadie sabe cómo resultará esta vez la integración de un radical a una candidatura oficialista. La convivencia con opositores sí que no fue un logro de la década K. Ni siquiera en la misma fórmula.