El adjetivo con el que se podría calificar el 2008, en relación directa con la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, es "decepción". Es decir, el pesar provocado por un desengaño. Decepción porque la presidenta llegó a la Casa Rosada con un halo de superación. Una alternativa superadora al gobierno de su esposo, Néstor Kirchner, que debió, entre otras cosas, restituir la autoridad presidencial y el respeto por las instituciones luego de la crisis de 2001.
Se consideró en aquel entonces, que el de Kirchner fue un gobierno de transición. Por lo que, la próxima administración, debía basarse en políticas de Estado que consolidaran un modelo de país.
Así, la entonces primera dama llegaba al poder para brindarle a la sociedad una mejor imagen de la Argentina en el exterior, previsibilidad y seguridad jurídica, convivencia democrática con la oposición, una reforma política y un pacto económico-social con la participación de empresarios y trabajadores. En pocas palabras, mas institucionalidad. Tras el primer año del mandato de Cristina Fernández, nada de lo enumerado se ha cumplido.
Unos meses atrás, un hombre muy cercano al ex presidente reveló que a los Kirchner lo sorprendió el conflicto con el campo, porque esperaban recién para el 2009, un escenario adverso. Puede ser cierto ese análisis, pero no menos veraz es que el matrimonio presidencial pudo haber manejado la discusión con el campo de otra manera. Sin dividir a la sociedad y, menos aún, en base a una resolución 125 que no hizo más que aglutinar a entidades agropecuarias que, hasta ese entonces, no podían compartir un mismo escenario por sus profundas diferencias.
Apenas transcurridos 12 meses de gestión, el oficialismo perdió el cómodo quórum con el que contaba en el Congreso nacional; le regaló gratuitamente a los dirigentes del campo un poder que nunca imaginaron; permitió que la oposición, con sus problemas de cartel, resurgiera; debió salir a paliar, con resultados inciertos, los efectos de la crisis internacional en la economía vernácula; y finaliza 2008 con la apertura en la justicia federal de una causa por asociación ilícita contra Kirchner y varios de sus funcionarios, motorizada por Elisa Carrió.
"Enfrente no hay nada", suele ufanarse un funcionario de Balcarce 50. Traducido, la oposición no logró construir una alternativa de poder, al margen de las denuncias.
A esta altura no cabe dudas que Elisa Carrió es quien moviliza al antikirchnerismo. No obstante, el carácter personalista de la dirigente chaqueña choca con la pasividad de sus potenciales socios, quienes impulsan un acuerdo programático, antes que nada. Con ese tono moderado se proyectan socialista Hermes Binner y el vicepresidente en disidencia, Julio Cobos.
Referentes socialistas y radicales sostienen, con la intensidad de un susurro, que no están de acuerdo con que Carrió admita un posible acuerdo nacional con el macrismo o fije el mecanismo de internas para las candidaturas presidenciales del 2011, en nombre de la Coalición Cívica. "¿Y el acuerdo entre los tres partidos", se preguntan.
"Está claro que ella no quiere ir a internas en 2011 con el radicalismo o el socialismo porque su estructura nacional es acotada. Pero empezar a definir eso ahora es muy prematuro", reflexionaba un radical. El socialista, en tanto, dejaba en claro que "ése estilo es el que nosotros rechazamos. Hablar de candidaturas o internas para el 2011 y ni siquiera tenemos un papel que refleje las coincidencias" del socialismo, la UCR y la Coalición "acerca de los problemas del país".
En ese contexto, Eduardo Duhalde instaló el concepto del "postkirchnerismo", al que anidan no sólo los peronistas anti K sino también gobernadores, intendentes y legisladores del PJ, que públicamente lanzan loas al gobierno, pero en conversaciones privadas, adhieren al fin de la etapa de "los pingüinos".
"Se acabó el peronismo de los grandes actos, el partido ortodoxo. Es necesario abrir el diálogo a otras fuerzas. Hay que renovar el partido y sumar a otros. ¿Por qué no al macrismo?", razonaba un dirigente que bien podría encarnar "la renovación peronista". Pasan los liderazgo, pero el peronismo queda.
Mas allá de las elecciones, 2009 marcará un punto de inflexión en el proyecto kirchnerista, justo en la mitad del mandato de Cristina Fernández. Se sabe, los dos últimos años de un mandato sin posibilidades de reelección -ya sea a través de la presidenta o de un nuevo periodo de Néstor Kirchner- son tiempos signados por el creciente debilitamiento.
Sin embargo, de no surgir ninguna propuesta de gobierno viable, en el propio peronismo o en la oposición, Néstor Kirchner podría ostentar su experiencia en la gobernabilidad...para un país en crisis.
(*) Agencia DYN