—Jaime, dejame entrar en tu tema preferido, que son las redes sociales y la polarización. Te quiero leer un informe de la Universidad Duke, que reclutó a cientos de demócratas y republicanos que estaban muy activos en Twitter. Le pagaron a cada uno para que siguiera a un bot de Twitter que retuiteaba contenido opuesto (es decir, los demócratas a un bot republicano y viceversa). Después de cierto tiempo, se volvieron a estudiar sus ideas políticas y lo que se vio es que los demócratas no cambiaron significativamente, pero los republicanos se hicieron más republicanos. Y la conclusión de este estudio de Duke es que finalmente, la exposición a informaciones contrarias a las ideas de las personas pronuncia sus ideas y no se las hace cambiar. O sea que, finalmente, uno podría, partiendo de este análisis y trayéndolo a la Argentina, decir que parte del odio que despierta Cristina Kirchner en muchos de los que no quieren que vuelva puede ser el resultado de la exposición a informaciones a favor de Cristina Kirchner, en contra de las ideas de esas personas y no, como se suponía, de que el sesgo ideológico se refuerza al recibir informaciones favorables. O sea, concretamente, que hoy ella cosecha con odio la cantidad de informaciones favorables que fabricaron los medios adictos a Cristina Kirchner. ¿Te parece plausible una idea así?
—Definitivamente es así, lo hemos comprobado experimentalmente.
Distingamos las cosas. En las redes hay muy distintas plataformas con distintos tipos de gente. Twitter es una bolsa de gatos locos fanáticos. No te mueve un voto, Twitter. Puede ser el trending topic más maravilloso… no sirve para nada. Nuestro consejo a los políticos es borrar Twitter. No lo leas nunca, pierdes el tiempo peleando con tipos totalmente definidos. Ahí nace la famosa idea de los trolls, que muchos Gobiernos totalitarios que eran ignorantes contrataron, creyeron que servía para algo. Contratar a un troll es como comprarte un fusil de alta precisión y pedirle a una persona que vaya a cazar conejos a culatazos a una loma. Es una estupidez, no sirve para nada. En Twitter hay gente que está fanatizada por definición, por eso están ahí, y se insultan y gritan y patalean, y no sirve para nada.
Hay otras redes que son totalmente distintas, Instagram, Facebook, que sí sirven para conectarte con gente que no está en el fanatismo político. Y en cada una de ellas hay distintas posibilidades de trabajo, tampoco es que trabajas igual en Instagram y en Facebook. Cada una tiene sus peculiaridades y hay que saber qué hacer con ellas. Cada vez más parecería que mandar mensajes tampoco sirve para nada. La experiencia en Ecuador fue descomunal. Las que mueven las elecciones son personas que lanzan mensajes por sí mismas.
—Son inamovibles, las personas que decís vos, son personas que están cristalizadas.
—Los de Twitter.
—Ahora, ¿cómo explicas, dado que vos le asignás mucha importancia a este caos que generan las redes sociales, que la mayoría de las personas con una, si vos querés, actitud muy antikirchnerista, al mismo tiempo sean personas de más edad, al menos como suponemos en las redes sociales?
—No sé si haya relación entre una cosa y otra, pero volviendo a lo que dijiste hace un rato que es muy importante: muchísima gente reacciona a favor de quien es atacado. Si recibo yo un mensaje en contra de Cristina Fernández y soy partidario de ella, no es que me cambio: me endurezco.
—O sea, sería el caso de Macri, que vos decías que últimamente se ha endurecido, también porque lo empezaron a criticar.
—La cancioncita esa que le hicieron lo ayudó mucho, porque hubo mucha gente que dijo “¿Cómo, le dicen esto al Presidente? Está muy mal”.
Es bien complejo el tema también porque en una reacción primaria, políticos antiguos creen que meterle presa la hija a Cristina es una gran idea. Es una brutalidad, la victimizas y eso da votos como loco. No funciona así.
—¿Hay alguna relación entre la emergencia del Tea Party en EE.UU. y la del antikirchnerismo en la Argentina?
—No.
—En el caso del Tea Party, es la continua exposición de personas conservadoras a ideas progresistas que no aceptaban.
—El Tea Party nace antes con una base social compleja. En la última elección de Trump, que estudié bastante en la universidad, hay un buen sector que decía “yo soy blanco, hombre, heterosexual, ¿por qué soy discriminado? Para que te protejan tienes que ser o negro, o mujer, u homosexual, minoría, etc.”. Hay una extrema derecha que surge como reacción a las garantías de las minorías.
—Lo mismo que pasaría en Brasil con Bolsonaro.
—Sí.
—O sea que la exposición a ideas progresistas a las personas conservadoras las vuelve más conservadoras.
—Sobre todo cuando las personas que encabezan las ideas progresistas hacen cosas demasiado brutales. Yo soy definitivamente partidario de los derechos de las mujeres, siempre he escrito por las mujeres, pero tampoco me gusta ver que hay mujeres apedreando un templo católico. No soy católico, pero no tengo por qué atacarlos. Lo mismo me pasa con los gays, a mí me parece que está perfecto que los homosexuales tengan sus derechos, hagan lo que quieran. Pero de a ratos uno ve manifestaciones y cosas que dice “como un poco excesivo, ¿para qué armar tanta jalea?” Ese tipo de actitudes demasiado excesivas, demasiado llamativas son las que producen esas reacciones de gente que tiene una mentalidad conservadora y es extrema.
JDI CP