48 después del frustrado último programa de Víctor Hugo Morales en Radio Continental, el kirchnerismo se llenó la boca para hablar de libertad, pluralidad de voces y libertad de expresión. En 12 años y medio, se rieron de los perseguidos y olvidados de la "década ganada".
Faltaban segundos para que comenzara el programa de Gustavo Sylvestre en C5N. La producción del programa me había invitado como suele hacer en las últimas semanas en las tuve absoluta libertad para expresarme. A mi derecha estaba el colega y columnista del programa, Alejandro Bercovich y a mi izquierda, Fernando Braga Menéndez. Además, estaban presentes, la senadora de Cambiemos, Laura Rodríguez Machado, y el diputado del Frente Renovador, Jorge D´onofrio.
El prensa de la senadora por Córdoba, Néstor Scorpaniti, aún no entiende qué pasó cuando, segundos antes de comenzar el programa, por detrás de las cámaras ingresó un sacado personaje a gritar quién estaba al frente del programa pues "el mala leche de Luis Gasulla" no pregunta. "Vino por otro tema" respondió Sylvestre ante la socarrona mirada de Víctor Hugo Morales. Lo miré a su biógrafo personal, devenido en matón, y atiné a reírme. "¿De qué te reís? De qué te reís?".
Efectivamente no hablé durante 45 minutos como el resto de los allí presentes con excepción del conductor, obviamente, Bercovich y el publicista del kirchnerismo. Víctor Hugo paseó por los caminos habituales que van de Magnetto a Fontevecchia, difamaciones a Fopea, cátedra de lo que es el periodismo y su estrategia de victimización. El mismo hombre que calló y difamó a cada uno de los denunciantes de la crisis del campo para acá. Morales exigió solidaridad con aquellos que silenció.
El triste personaje es la sombra de Víctor Hugo. Se trata de Julián Capasso, alguien que enfureció al aire cuando le dimos derecho a réplica por el enojo de Morales ante una nota que habíamos escrito en Perfil.com con el periodista Andrés Ballesteros sobre la increíble historia del edificio de Morales en Barrio Parque.
Si para Cynthia García prender fuego una radio formoseña no implicaba, necesariamente, un ataque a la libertad de expresión, para Florencia Saintout mostrar la tragedia de Once era hacerle el juego "a la derecha". La corrupción dejó de importarle a Hernán Brienza y las desmentidas fueron las noticias preferidos de los medios públicos y paraestatales. Morales, el "oráculo de Carmelo" como alguna vez llamó el notable Diego Bonadeo al relator militante, disfrazó un contrato que concluye en censura.
El periodismo militante grita por la libertad que jamás cuidaron pues "entre la libertad y la justicia me quedo con ésta última" me confesó al aire uno de los historiadores preferidos de CFK. Panelistas que daban cátedra de periodismo mientras salían a un pasillo a llamar a un funcionario para que les diera letra de qué decir, cómo hacerlo y qué responderle al "diablo" Magnetto.
Más allá de si podemos considerar al último Víctor Hugo como un periodista o si se trató de un gran operador del kirchnerismo, censura fue dejar en la calle a alguien sólo por preguntar, ahogar económicamente a los medios críticos del interior del país, diseñar listas negras de personas que no se podían invitar a participar de un debate, apretar empresarios para que bajasen auspiciantes, contratos o echasen colegas y diseñar una estrategia de pensamiento único en el que, hasta ellos, violaron la ley de medios. Allí está el caso emblemático del cierre abrupto de FM Identidad. El hombre que hizo la vista gorda, Martín Sabbatella, abrazó a Víctor Hugo en otra manifestación de resistencia a los beneficios obtenidos durante la década pasada. Del otro lado, el matón que apretó al aire a Juan Miceli simplemente por preguntar por una pechera.
Se rieron de la desgracia ajena mientras hablaban de "todas las voces", hoy apelan a la libertad de expresión para defender millonarios contratos. Hasta Bernardo Neustadt fue más astuto y, al concluir el menemismo, se dio cuenta que algo también se terminaba con el riojano: los beneficios de pertenecer.
(*) Especial para Perfil.com | Twitter: @luisgasulla