Antes fue José López Rega, el ministro de Bienestar Social que heredó tras la muerte de Juan Domingo Perón, el encargado de asesorarla en las prácticas esotéricas con las que María Estela Martínez de Perón aún simpatiza. Hoy, es Octavio Aceves el “brujo de Isabelita”, uno de los profesionales de la videncia más consultados en España, que toma el té con la duquesa de Alba y es amigo de la actriz Claudia Cardinale.
Con 38 libros traducidos a siete idiomas y un programa de tevé, fue docente de la reina Sofía de España. Nati Mistral, Paloma San Basilio, Carmen Sevilla, Concha Velazco, Sara Montiel, la actriz italiana Mónica Vitti, Daniela Cardone y la diseñadora top española Agatha Ruiz de la Prada son sólo algunas de sus clientas. Recibido de psicólogo en la Universidad del Litoral, en el noroeste argentino, desde 1963 mezcló sus estudios con la parapsicología. Vivió en París, regresó a la Argentina, se mudó a Londres y luego a Madrid.
En breve, publicará la biografía oficial de Isabelita, de quien se define como un amigo. Ella, en esa misma sintonía, le dedicó una foto suya que ocupa un lugar importante en su despacho y que reza: “A mi amigo de todas las horas”.
—¿Le molesta que lo llamen “el brujo de Isabelita”?
—Ningún brujo. Soy un profesional que combina sus estudios universitarios en psicología con la parapsicología. Hice un doctorado, muchos cursos y programas. Tengo una vida dedicada a la investigación y la docencia de estas temáticas. Llevo cuarenta años en esto; quienes me consultan lo hacen desde hace años, me siguen, me aprecian y se sienten bien con mi labor.
—¿Por qué esa dedicatoria en la foto de Isabel Perón?
—Porque me considera así: un amigo de todas las horas. Ahora como está un poco alejada de la ciudad hablamos más por teléfono. Antes nos veíamos. Ahora me llama a todas horas. A veces a las dos de la tarde, a veces a las dos de la mañana. A veces cuando no puede dormir. A veces cuando está deprimida, porque se deprime como cualquier persona normal, y cuando esto le sucede llama a sus amigos. Y allí estoy yo. A todas horas. Ella vive con una señora que la acompaña, aunque es muy autónoma. En el living de su casa tiene un gran espejo con un barral y practica una rutina diaria de estiramientos y ejercicios. Levanta la pierna por encima del hombro y hace puntillas con las zapatillas de baile. Cuando Perón la conoció, era primera bailarina de una corporación en Centroamérica. Bailaba danza clásica y no en un cabaret como dicen por ahí. Era una bailarina profesional. Además, es una mujer muy lúcida, aunque a veces también medio despistada. Es cariñosa y agradable. Se cuida mucho, le gusta estar guapa y verse bien. A su edad, usa traje de baño y le sienta muy bien. Le gusta tomar el sol.
—¿Por qué no da entrevistas?
—Es que está harta de que le pregunten por Perón. Ha logrado rehacer su vida, una muy tranquila que transcurre entre la parroquia de Mocha Chica, donde vive, sus salidas con su grupo de amigos entre los que estoy yo, y el trabajo de beneficencia. Siempre está dispuesta a dar y ayudó mucho económicamente a las personas necesitadas. Ultimamente donó una suma importante para unos niños aquí en Madrid. A mí, en su momento, también me ayudó económicamente. Es muy generosa.
—¿Rehizo su vida sentimentalmente?
—No, no le interesa. Su gran amor ha sido el general Perón.
—¿Cuándo la conoció?
—En Argentina ya me consultaba y antes de irme del país la fui a ver, cuando ella estaba confinada en el Sur. Me llevó una persona que también me consultaba y me ayudó a llegar a ella.
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