Ricardo Jaime no solamente se transformaría en el primer ex funcionario kirchnerista detenido en una causa de corrupción. Hoy también podría jactarse de otros récords: es el más denunciado en la Justicia, el más procesado en distintos expedientes, el más sospechado por supuesto enriquecimiento ilícito y el más ostentoso en su nivel de vida, que saltó rápidamente de una modesta clase media al bienestar de un magnate.
Todos los problemas judiciales tienen que ver con su gestión en la Secretaría de Transporte. No tenía ninguna experiencia en ese rubro, pero Néstor Kirchner lo designó en mayo de 2003, porque antes había sido su ministro de Educación en Santa Cruz. Desde ese momento, manejó subsidios millonarios para empresas privadas, que no sólo no mejoraron los servicios, tampoco evitaron graves tragedias ferroviarias.
Jaime fue el primer funcionario importante del kirchnerismo denunciado por corrupción. En el año 2005, la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas lo acusó de supuestos sobreprecios en la reparación de vagones de la Línea Belgrano Norte. La beneficiada era la empresa Ferrovías, propiedad del empresario Gabriel Romero. A partir de entonces, acumuló más de veinte denuncias en los juzgados federales de Retiro.
Al mismo ritmo que las acusaciones, su nivel de vida comenzó a crecer. Cuando asumió el puesto, se presentaba como un sencillo ingeniero cordobés, que tenía pocos bienes y debía repetir el mismo traje durante la semana. Al poco tiempo, ya se mostraba con ropas elegantes, relojes carísimos, joyas de oro. Se le atribuyen inmuebles en Brasil, otros en Córdoba, un gran yate de 64 pies y un moderno Lear Jet de cuatro millones de dólares.
Esas propiedades son investigadas en una causa por presunto enriquecimiento ilícito. Allí, el fiscal federal Carlos Rívolo ya pidió cinco veces su declaración indagatoria, pero Jaime siempre consigue posponerla. En todas las oportunidades pidió una prórroga, pero se espera que en poco tiempo haga su descargo.
Además del caso que lo llevó a su detención, el ex funcionario está procesado en otros tres expedientes. Uno es por dádivas de empresarios del transporte: Claudio Cirigliano le pagaba taxis aéreos y Néstor Otero le abonaba el alquiler de un departamento. Otro corresponde a la falta de controles en la Línea Sarmiento, que provocó la tragedia en la estación de Once. Y en Córdoba, por “sustracción de documentos destinados a servir como prueba”. Los dos últimos ya tienen fecha de juicio oral. Estas malas noticias en la Justicia ocurrieron recién después de que se retiró del Gobierno. En julio de 2009, Jaime ya estaba cercado por múltiples sospechas y la presidenta Cristina Fernández le pidió su renuncia. Sin el paraguas protector de la Casa Rosada, peleado con su amigo Néstor Kirchner, el ex secretario intentó reinventarse. Consiguió un sueldo de una firma transportista de Cañuelas y trató de participar en el armado del kirchnerismo cordobés. Pero fue en vano: sin ningún poder político que lo protegiera, su destino parecía sellado.