La designación de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete volvió a poner sobre el tapete una situación que se viene dando desde la década del 90: a pesar de las enunciadas diferencias entre cada gobierno peronista, la mayoría de sus principales dirigentes se conecta por haber compartido un mismo espacio. Forman parte los que hoy están peleados pero ayer estuvieron juntos, o viceversa. Pero también forman parte los que transitaron todos los gobiernos, siempre alineados.
El flamante jefe de Gabinete no es la excepción. En la década menemista dio sus primeros pasos como funcionario nacional, ocupando diversos cargos en la administración de Carlos Menem. Sobre todo bajo la órbita de la Secretaría de Desarrollo Social. En la semana que Adolfo Rodríguez Saá estuvo como presidente, Capitanich asumió como ministro –antes había sido designado por Ramón Puerta–, y unos días después Eduardo Duhalde lo designó jefe de Gabinete. Al mismo cargo volvió ahora con Cristina Kirchner. En el medio fue senador y gobernador del Chaco, siempre acompañando al kirchnerismo.
En las elecciones de 2003 fue uno de los pocos dirigentes que se presentaron a elecciones a gobernador (separadas de las presidenciales) usando el sello del Frente para la Victoria que había inaugurado Néstor Kirchner.
No es el único miembro del gabinete con cruces similares. Oscar Parrilli, secretario general de la Presidencia tanto de Néstor como de Cristina, era diputado durante los primeros años del menemismo. Fue el miembro informante del oficialismo en la sesión en la que se privatizó YPF.
Julio Alak llegó al Ministerio de Justicia con Cristina. Antes fue intendente de La Plata por 16 años, y fue un leal menemista primero, duhaldista después y kirchnerista luego. Los antecedentes de Carlos Tomada y Florencio Randazzo llegan hasta el gobierno de Duhalde, uno como secretario de Trabajo nacional y el otro como funcionario cuando éste era gobernador bonaerense, en plena década menemista.
Las principales espadas del kirchnerismo en el Congreso también agregan sus cruces y enredan aun más el panorama. Julián Domínguez dio sus primeros pasos de peso como ministro de Obras Públicas de Carlos Ruckauf en la Provincia; hoy preside la Cámara de Diputados. Miguel Pichetto es legislador desde el menemismo: primero fue diputado, y luego senador.
En todos los gobiernos peronistas fue oficialista, y desde el duhaldismo es además jefe del bloque de senadores. Aníbal Fernández como intendente de Quilmes apoyaba a Menem; luego se sumó a la gestión de Ruckauf primero, y a la de Duhalde en la Nación después. Al igual que Capitanich, ahí se quedó como funcionario de Néstor y de Cristina. Ahora ocupa una banca oficialista en el Senado.
Los cruces se multiplican si se analizan los currículums de los dirigentes que hoy acompañan a Sergio Massa en el Frente Renovador. Roberto Lavagna, Felipe Solá y Alberto Fernández supieron ser leales al kirchnerismo y hoy se ilusionan con un gobierno massista.
El primero llegó al poder con Duhalde, los otros dos tuvieron cargos en la administración de Menem. Y el propio Massa atraviesa íntegramente al peronismo. En los 90 fue funcionario del menemismo, y con el bonaerense asumió al frente de la Anses, cargo que mantuvo con Néstor. Luego se catapultó al ser designado jefe de Gabinete de Cristina.
Daniel Scioli, por su parte, es un exponente en la materia. Se lanzó a la política por pedido del menemismo. Famoso como motonauta, empezó su carrera en territorio porteño coronándose como diputado nacional. Cuando Duhalde asumió la presidencia en 2002, le propuso a Scioli ser su secretario de Turismo y Deportes. Ya en 2003 Kirchner lo eligió como su compañero de fórmula, y terminó así enfrentado con su padrino político. Este año estuvo cerca de Francisco de Narváez y de Massa, con quien llegó a negociar listas pero finalmente se quedó cerca de Cristina, como oficialista.
Scioli, Massa y Capitanich suenan como los principales presidenciables peronistas, y quede quien quede, varios nombres se repetirán.