“Hasta la palabra cáncer me da miedo; será que tuve experiencias dolorosas”, fue la anécdota que contó Cristina Kirchner hace apenas 15 meses, durante la inauguración del Instituto Nacional del Cáncer. No imaginaba que poco más de un año después se convertiría en una paciente con esta enfermedad.
“Todavía, desde el punto de vista social, la palabra ‘cáncer’ es vivida como una sentencia inapelable”, explicó a PERFIL la psico-oncóloga Elsa Diggs, coordinadora del Area Terapéutica de una ONG –Macma– especializada en temáticas oncológicas. Claro que cada individuo lo vive en forma diferente, muchas veces en base a lo que generó desde sus experiencias personales.
“Por eso, esta enfermedad y su tratamiento pueden ser más o menos estresantes y las personas estarán más o menos vulnerables. Eso también contribuye a que se tenga una mejor resiliencia y poder superar mejor el dolor emocional y el trauma del cáncer”.
Lo más importante en este proceso, dice la experta, es aceptar el diagnóstico. Y en ese sentido, Diggs señala que la manera como se transmite la noticia al paciente y el impacto que ésta deja en su ánimo es muy importante, porque la forma en que lo procese mentalmente influirá tanto en la efectividad del tratamiento como en la recuperación posterior.
“A veces la persona entra en pánico y ese miedo interno le genera desde mucha angustia y hasta un bloqueo. También puede ocasionar síntomas orgánicos”, dijo Diggs.
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