Lao Tze (siglo VI ac), Tao Te King.
"Es mejor arder que apagarse lentamente". Las palabras de Kurt Cobain antes de suicidarse, el 5 de abril de 1994, acaso puedan releerse a la luz de la situación actual del kirchnerismo hoy, siete años después de la muerte de Néstor Carlos Kirchner. Néstor fue de los que ardió. Unos 33 años más tarde de lo que ordena el club de los 27, se fue casi como un rockstar, digamos, todo lo rockstar que puede ser un presidente sudamericano con problemas de circulación. Lo vimos en su último recital, en el Luna Park del 14 de septiembre de 2010, tres días después de una angioplastia, parado sin hablar y blanco como un fantasma, pero firme en el escenario por eso de que el show debe continuar. Estoy seguro de que si el cuerpo le hubiese alcanzado, se habría tirado sobre el público de lo que ya era La Cámpora avant la lettre. Un mes y medio después se murió y fue remera, graffiti, tatuaje, gorro bandera y vincha, nombre de escuelas que no estaban terminadas y calles que no iban a ningún lado. Me tiré por vos, podría haber dicho como Charly, y se fue.
Escribíamos en esos días que era el inicio de la "primavera camporista" y de alguna forma lo fue: después de la muerte de Néstor vinieron el 54%, la hegemonía y el "vamos por todo". Pero la tinaja demasiado llena cae por su propio peso y fue esa misma hegemonía, la previa y la posterior, la que llevaron a la ceguera del poder y a todos los errores y tragedias humanas (Once, La Plata) que redundaron en tres derrotas electorales consecutivase en 2013, 2015 y 2017. Hoy el Frente Para la Victoria es una memoria y el espacio que solía representar se reducen a una segunda minoría bonaerense y porteña, con escasa representación en el resto de las provincias. Cristina es un jarrón chino que bloquea la renovación del justicialismo y sin el cual el justicialismo tampoco puede ganar una elección nacional. El problema de ir por todo es que todo pasa.
Cuando Perfil, Noticias y pocos medios más investigaban la corrupción de los primeros días del kirchnerismo, todos los caminos conducían a Néstor. Lázaro Báez era Néstor, Julio De Vido era Néstor, la cúpula del Ministerio de Planificación era Néstor. Hoy todos se apagan en prisión por esos mismos casos y ni sus viejos compañeros se solidarizan con ellos. Néstor en cambio sigue siendo remera, tatuaje, gorro bandera y vincha. Otra ventaja de arder.
Sería facilista preguntarse por qué tanta gente que apoyó al kirchnerismo ignoró, minimizó o relativizó las denuncias de corrupción. "La gente vota con el bolsillo", se argumentaba entonces, también con pereza intelectual. Las elecciones de este año comprobaron que lo opuesto también es cierto: la gente vota contra la corrupción pasada, incluso con el bolsillo un poco más flaco, incluso ignorando las muchas denuncias de irregularidades, conflictos de intereses y, seamos buenos, desprolijidades del oficialismo actual. El kirchnerismo y el resto del peronismo harían bien en revisar lo actuado en los últimos cinco, doce, quince años para entender al menos una parte de la victoria de Cambiemos. Dos certezas: una, no hay renovación del justicialismo posible que no incluya una agenda de transparencia real y efectiva. Incluso a pesar de que la agenda del Gobierno en la materia sea insuficiente. Dos, el justicialismo renovado no puede ganar nada si no interpela a los votantes del kirchnerismo.
La herencia de Cristina es el estado actual de su espacio y las limitaciones de lo que pueda hacer con él. Tal vez el legado de Néstor, si lo recuerda, pueda ofrecerle un norte: la idea de que el peronismo siempre es necesario para encarar cualquier reforma (por ejemplo, una agenda progresista), la aspiración de volver a interesar a la juventud en la política, la valorización de la política por sobre los otros medios. Porque lo que dejó Néstor fue eso, la primacía de la política (incluso para aquellos a los que les decían que armen un partido y ganen las elecciones, y lo hicieron). Néstor era la idea de la política al frente, primero y principal; con ella todo y sin ella nada; comer, curar y educar con ella. Hizo de la política su vida y esa obsesión, ese exceso, fue lo que lo mató. La única forma de alcanzar el objeto de una obsesión es perseguirla y revolcarse con ella. Hasta arder.