Es De Vido, es manso, es flaco, nunca viajó a Venezuela, su poder es modesto y no aparece vinculado a ningún caso de corrupción que obnubile a la prensa. Sin embargo, ocupa un lugar en el equipo de la televisión digital, la gran apuesta del Gobierno para dar vuelta el tablero de los medios de comunicación antes de fin de año.
Hugo De Vido tiene un sillón en el Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital en nombre del Ministerio de Ciencia y Tecnología que orienta Lino Barañao. Pese a que es prácticamente un desconocido –incluso en el seno del oficialismo–, el hermano menor del omnipresente ministro de Planificación no se contenta con el cargo de secretario general del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología y pretende incidir en la iniciativa que, con la ley de medios aún atascada en la Justicia, altere el actual mapa comunicacional.
RARA AVIS. Este De Vido es un personaje extraño en el universo pingüino. Acaba de cumplir 55 años y –según reconocen al lado de Julio– aún vive con su madre en el barrio de Palermo. Hermético y solitario, hasta el momento Hugo se refugió en un bajísimo perfil y había pasado prácticamente inadvertido durante los primeros siete años del gobierno kirchnerista. “Hugo no se mete en la política ni en los negocios”, reconoce un operador que acompaña a los Kirchner.
Es curioso: son pocos los funcionarios que dicen haber compartido encuentros de trabajo con él y no parece haber testigos que lo recuerden en algún acto político.
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