Hace 35 años asumía Raúl Alfonsin como Presidente constitucional tras años de dictadura militar. Su primer discurso ante la Asamblea Legislativa quedó marcado a fuego en la historia de los argentinos.
El presidente electo acomodó sus papeles, se acomodó los anteojos y dijo enérgicamente y mirando a un costado "Ni agua hay acá".
Sabía que vendría un discurso extenso y encendido, como eran todas sus intervenciones y por lo cual quedó en el imaginario popular como uno de los oradores provenientes de la política con mayor capacidad de emocionar a las masas.
El discurso comenzaba así:
“Honorable Congreso de la Nación:
Venimos a exponer a vuestra honorabilidad cuáles son los principales objetivos del gobierno en los diversos terrenos en que debe actuar: la política nacional e internacional, la defensa, la economía, las relaciones laborales, la educación, la salud pública, la justicia, las obras de infraestructura, los servicios públicos y todas las otras cuestiones que reclaman la atención del pueblo, de los gobernantes y de los legisladores.
Pero queremos decir, también, que entre todas las áreas habrá un enlace profundo y fundamental: que una savia común alimentará la vida de cada uno de los actos del gobierno democrático que hoy se inicia: la rectitud de los procedimientos.Hay muchos problemas que no podrán solucionarse de inmediato, pero hoy ha terminado la inmoralidad pública. Vamos a hacer un gobierno decente. Ayer pudo existir un país desesperanzado, lúgubre y descreído: hoy convocamos a los argentinos, no solamente en nombre de la legitimidad de origen del gobierno democrático, sino también del sentimiento ético que sostiene a esa legitimidad".
Fueron 4596 palabras entre las que se destacaron la ética, el compromiso, el trabajo, el diálogo y la libertad. Tan necesarios como el agua.
M.J.B.