El ex presidente Néstor Kirchner siempre odió los cacerolazos. Sólo en 2001, se dice, esbozó una sonrisa cuando las cacerolas echaron a De la Rúa de la casa Rosada el 20 de diciembre. Sin embargo, en 2002 le tocó a él ser blanco de los caceroleros y entonces su reacción fue volcánica y llamó a perseguirlos, casa por casa. Correrlos a todos era la consigna.
“Cómo puede ser que salgan estos 100 a tocarnos con la cacerola a nosotros. ¡Vamos a correrlos, quién se creen que somos nosotros!”, lanzó iracundo Kirchner en una reunión con sus seguidores en 2002.
A continuación, más enojado, despotricó: “Qué van a molestar a la casa de gobierno o a la municipalidad, ¡se terminó compañeros! Tenemos que salir al frente. ¡Si son 100 nosotros vamos a ser 2000, 3000, pero no puede ser que nos dejemos atropellar así!”.
“En la última elección, todos juntos no llegaron al 30%. Y nosotros nos vamos a dejar descalificar por aquellos que no los vota nadie”, afirmó el volcánico Néstor versión rompe-cacerolas.
Lo curioso es que exactamente lo mismo dijo Cristina el pasado miércoles en Plaza de Mayo para descalificar a los ruralistas. “Cuatro personas a las que nadie votó, a las que nadie eligió, se reunían, deliberaban, decidían y comunicaban al resto de los argentinos quién podía andar por las rutas del país y quién no”, subrayó ante 60 mil personas.
El estilo K, desde Santa Cruz hasta la Casa Rosada, parece tener el mismo rumbo. Vincular un cacerolazo espontáneo con la oposición, luego redoblar la apuesta de confrontación y, por último, deslegitimar públicamente a los líderes de la protesta con el argumento de que no tienen peso en las urnas.
Vea "Arenga del gobernador Néstor Kirchner, cuando sufrió un cacerolazo en Santa Cruz (2002)", el video subtitulado de las declaraciones anti cacerolas. Fuente: "Serás lo que has sido", revista Noticias.