Los jefes peronistas del Conurbano pueden ser culpables de un sinnúmero de pecados, pero nadie cuestiona su olfato frente al poder. Un puñado de intendentes del PJ abrió dos meses atrás negociaciones con el PRO para una alianza en la provincia de Buenos Aires. “Si soporté 12 años a la izquierda, puedo bancarme ahora ir con la derecha”, reconstruyó uno de los negociadores peronistas. Por izquierda aludía a los grupos oficialistas que el gobierno de Cristina Kirchner obligaba a sumar en las listas de candidatos del PJ; por derecha, al macrismo: actualizaciones conurbanas de las categorías clásicas de las ciencias políticas. Pero la situación cambió. El mismo intendente que hace dos meses empujaba hacia un acuerdo ahora percibe con claridad el súbito enfriamiento entre sus pares. El Gobierno da vueltas sin terminar de encontrar la salida a los problemas económicos y el peronismo prefiere ver cómo avanza la película social antes de estampar su firma.
Emilio Monzó, titular de la Cámara de Diputados, o Joaquín de la Torre, promueven ampliar la base de sustento político del macrismo. Alejandro Granados (Ezeiza), Martín Insaurralde (Lomas) o Juan Zabaleta (Hurlingham) figuran entre los jefes del Conurbano con mejor diálogo con el PRO. Pero todos prefieren esperar, sumar fuerzas propias y evaluar, cuando los tiempos electorales se acerquen, con quién conviene negociar.
Aquellas encuestas que evitan volverse públicas muestran que Cambiemos carece por ahora de candidatos propios con fortaleza para competir en Buenos Aires. Jorge Macri y Elisa Carrió están todavía lejos de Sergio Massa o Florencio Randazzo, por ejemplo. El último estudio de Hugo Haime indica que el Gobierno apenas araña un 30% de aprobación en el Conurbano; consecuencias de la inflación y del aumento de tarifas.
Los intendentes tienen un termómetro social incomparable por su lugar en la línea de fuego. Ya le pidieron a la gobernadora María Eugenia Vidal que aumente los cupos alimentarios en las escuelas porque desde marzo cada vez más familias dejan a sus chicos a comer. Las luces amarillas también llegaron a los oídos de la gobernadora. Desde mayo, la Provincia está distribuyendo más cantidad de alimentos entre los movimientos sociales. La prueba definitiva será sortear los idus de diciembre. Así las cosas, el kirchnerismo se convirtió en el mayor sostén del gobierno de Mauricio Macri. Poder mostrarse como la contracara de dirigentes que quedaron enfocados bajo la luz de las denuncias de corrupción es sin duda la principal ventaja que goza el presidente. De ahí el interés por administrar el espectáculo de bolsos con dinero en dosis homeopáticas. Es la opción frente a un enjambre de variables que se resisten a cumplir con los pronósticos.