Tras una severa derrota en la provincia, cuando una parte del gobierno nacional se prepara para recordarle que nadie lo eligió como favorito, mientras Sergio Massa busca robarle aliados y la policía bonaerense renueva señales de insubordinación en el Conurbano, Daniel Scioli volvió simplemente a ignorar las malas noticias y empeñar el tiempo detrás de su máxima obsesión: suceder a Cristina Kirchner.
Los últimos días cubrieron de nubarrones sus planes presidenciales. Pero a Scioli lo mueve la fuerza de su obstinación. Un impulso nada despreciable. El aplastante triunfo de Massa mancilló su aura de invencibilidad. Por eso apresuró los movimientos para apartar el aroma a derrota y ordenó que le organicen encuentros con los gobernadores para mostrarse como un zurcidor de líderes nacionales. El problema es que aquellos gobernadores que resultaron victoriosos se envalentonaron y ahora se muestran menos proclives a reconocerlo como el candidato predilecto.
En forma paralela, Scioli buscará debilitar a Massa. El empeño del gobernador se centra por estas horas en robarle integrantes a la bancada de la Legislatura bonaerense. Además ordenó a sus ministros que recorran de sur a norte la provincia y se entrevisten incansablemente con los intendentes. Incluso con aquellos que responden a Massa. Ansía descubrir una grieta, un ladrillo suelto en el edificio que construyó el intendente de Tigre. Tarea difícil. Antes de las elecciones, la estrategia de Scioli era apoyar a los candidatos oficialistas, vencer a Massa y demostrarle al gobierno nacional que era el aspirante inevitable para la sucesión. Nada salió según lo planeado. Ahora su destino está atado al gobierno nacional. Pero el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, aún mantiene la idea de proclamar a un candidato de pura cepa kirchnerista y dejar de lado al gobernador. Hasta el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, le avisó a Zannini que tiene deseos de ocupar una candidatura. Y Scioli no está en esos planes.
El gobernador retomó el diálogo con dirigentes que, en teoría, sólo trabajan para Massa. A uno de ellos, el jefe de gabinete bonaerense, Alberto Pérez, le adelantó que se preparan a lanzar una nueva corriente política, como antes fue La Juan Domingo y que terminó fagocitada por el engordamiento massista. El nuevo invento buscará darle al sciolismo un perfil propio. Algunos creen que ya es tarde. El otro ingrediente de la receta de resucitación de Scioli es un cambio de Gabinete. pero a diferencia de otros tiempos, Scioli enfrentó rechazos a los ofrecimientos que lanzó en busca de nuevos ministros. Daniel Filmus le respondió negativamente cuando el Gobernador le propuso reemplazar a Nora de Lucía en Educación. El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, rechazó el convite para ocupar el ministerio de Desarrollo Social. El lugar lo podría llenar Mariano Cascallares. A su vez, el actual ministro, Martín Ferré podría protagonizar un salto hacia la secretaría general de la Gobernación. Allí el cambio es inevitable: su actual ocupante, el inmemorial Eduardo Camaño, ya comenzó los trámites jubilatorios. Scioli cree que la clave de su futuro reside en sus apariciones en los medios. Cada día imagina la foto que busca difundir al siguente. Y para confirmar su buenos vínculos, la Gobernación destrabó días atrás un pago superior a los 200 millones de pesos que adeudaba al Grupo Clarín. Con las zonas liberadas en Villa Celina y León Suárez, un sector de la bonaerense le recordó que no todo es un problema de imagen.