Escondido detrás de un portón cualquiera, donde Guardia Vieja cruza con Yatay, yace el último refugio del peronismo nac&pop. Su dueño lo llama Café Las Palabras pero en la calle todos le dicen “la cueva del Gordo Valdés”, con el mismo desenfado con el que hablan de su anfitrión, el diputado del Parlasur Eduardo Valdés. Con el partido intervenido y la Patria Grande replegada, las legendarias peñas en este taller reciclado no son solo una excusa para el brindis sino un intento de reconstruir la unidad hacia el regreso.
“Creo que la política es tipo con tipo. Y a veces la diferencia tiene que ver más con heridas humanas que ideología. En ocasiones, comiendo un rico asado, unas buenas empanadas, conversamos y así voy acercando a referentes que antes no pensaban en hablarse”, cuenta Valdés a PERFIL
Desde el año pasado, pasaron por allí el puntano Alberto Rodríguez Saá y Cristina Fernández de Kirchner, el español Pablo Iglesias, la brasileña Dilma y el ex presidente paraguayo Fernando Lugo. En marzo, Axel Kicillof, Daniel Filmus e Ignacio Copani terminaron abrazados al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa cantando Mariposa Technicolor. Y la lista sigue. Valdés se acuerda de esa última noche porque alguien se apoyó en una vasera con “robadores” de viejas pulperías y la colección terminó hecha pedazos.
Todo el lugar es un enorme museo de la historia política argentina. Y las obsesiones de “pulguero” de Valdés. que seducen a sus invitados. Sea el primer Wincofón que un cartonero le vendió cuando era diputado de la Ciudad, en febrero de 2002, hasta los tesoros más increíbles que rescató de la basura, como tres uniformes de Juan Domingo Perón. Para verlo, solo necesitan ser invitados.