En los primeros días del 2026, Peter Lamelas cumplirá sus primeros dos meses como embajador de los Estados Unidos en Argentina. El 4 de noviembre oficializó su llegada a Buenos Aires y, desde que puso un pie en territorio sudamericano, comenzó una carrera contra el tiempo. Hay una razón de mucho peso para tanto apuro: la presencia de Barry Bennet, el cabildero vinculado al asesor presidencial Santiago Caputo, que recorrió la Casa Rosada mucho antes del arribo del vecino y amigo del presidente Donald Trump en la residencia que comparten en Mar á Lago, Palm Beach, Florida.
La burocracia trumpista se tomó su tiempo para conseguir que Lamelas consiguiera la aprobación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. La demora disparó la ansiedad de un sector de quienes protagonizan la relación entre el presidente Javier Milei y Trump. Por eso, en Balcarce 50 comenzó a mostrarse Bennet, como una especie de enviado informal de la Casa Blanca para respaldar a Milei. También hablar con gobernadores y empoderar a una parte de los interlocutores argentinos del trumpismo, como el joven Caputo y el omnisciente empresario argentino Leonardo Scatturice, dueño de Flybondi, flamante comprador del correo OCA y uno de los contactos informales de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), el epicentro del mundo republicano y una de las escenas donde Milei conoció a Trump. Todo ese despliegue comenzó a menguar su fuerza cuando se confirmó el desembarco de Lamelas, y su llegada como el embajador político de Trump.
Apenas llegó a Buenos Aires, le tocó enfrentar el apagón más importante de la historia del gobierno norteamericano. Quienes han tenido la oportunidad de saludarlo personalmente, lo definen como “un verdadero M.A.G.A”, es decir, un genuino representante del “Make America Great Again”, el espacio que fundó Trump. Es un influyente millonario de Palm Beach, que amasó su fortuna como empresario de la salud. Es de origen cubanoamericano, con un pasado humilde que, tras su paso por los negocios, es un creyente en el mundo de oportunidades del sueño americano, pero versión republicana. Los funcionarios argentinos que ya estecharon su mano, lo definen como un trumpista convencido que “ama a Milei”. Su devoción por el presidente libertario es el motor de las visitas que realiza a menudo por la Casa Rosada para cumplir con una misión estratégica: conocer personalmente a la mayoría de los miembros del Gabinete y estrechar una relación para los próximos pasos.
Este viernes, antes de prepararse para volver a Mar à Lago, concretó una de las reuniones más importantes que esperaba. Fue recibido por la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, en un encuentro protocolar que le permitió cerrar una etapa de su estreno: demostrar que no existe un “backchannel”, es decir, que no hay un segundo canal de comunicación y relación entre la Casa Rosada y Washignton. El destinatario de todos esos gestos no es otro que Bennet, que difícilmente regrese a Buenos Aires para mostrarse como el enviado informal de Trump.
El sello final para el despliegue del cabildero motorizado por Caputo y Scatturice se plasmó este jueves por la noche en el Palacio Bosch, la suntuosa residencia para el embajador norteamericano en el barrio de Palermo.
El evento fue muy exclusivo y con un clima similar al que se respira en esa mansión cada 4 de julio, fecha de la celebración del Día de la Independencia de los Estados Unidos. A diferencia de esa celebración anual, esta vez la escena fue más pequeña, pero no por eso menos poderosa.
El último en llegar fue el canciller Pablo Quirno, que entró a la embajada cuando Lamelas estaba levantando su copa para el brindis. Fue el último miembro del Gabinete que llegó al Palacio, pero antes habían arribado muy buenos amigos del Departamento de Estado, como el ministro de Desregulación Federico Sturzenneger y el titular de la cartera de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Quirno no llegó a escuchar el discurso del embajador argentino en Washington, Alec Oxenford, el único que habló además del anfitrión. En el auditorio no sólo estaba el exjefe de Gabinete, Nicolás Posse, sino el jefe de los fiscales, Eduardo Casal y el juez de la Cámara Federal de Casación Penal, Daniel Petrone.
El despliegue que mostró Lamelas buscó exhibir que, desde ahora en adelante, el vínculo pasa por el amigo de Trump, no sólo como el interlocutor más importante de Washington en Argentina, sino tambiém como el hombre que se encargará de organizar la visita de su amigo magnate a la Argentina. Desde que llegó circularon versiones de reuniones reservadas con distintos gobernadores para que respalden al gobierno libertario en el Congreso, pero esa información fue desmentida por fuentes oficiales. En su lugar, Lamelas mantuvo reuniones con el jefe de Gabinete Manuel Adorni, el ministro de Defensa Carlos Presti, el ministro del Interior Diego Santilli y Karina, la hermana del Presidente. El embajador ya se encargó de demostrar su admiración por Milei. Ya lo vio cuatro veces y una de ellas fue en Río Cuarto, Córdoba, cuando recibieron el primer grupo de aviones usados F-16, comprados al reino de Dinamarca.
Sin embargo el despliegue más importante del jueves por la noche, no fueron los políticos y los cabilderos, sino los poderosos empresarios que estuvieron en primera fila, dispuestos a abrazar a Lamelas, como el nuevo mejor amigo.
Paolo Rocca, uno de los invitados VIP
Entre todos los invitados que estuvieron el jueves para agasajar a Peter Lamelas, estuvo el dueño del Grupo Techint, Paolo Rocca, que atraviesa uno de los momentos de mayor tensión con la administración de Milei. Rocca no fue el unico que pasó por el Palacio Bosch, también brindó Marcos Bulgheroni, Georgie Neuss y el lobbista y empresario Gustavo Cinosi, que volvió a mostrarse muy cerca de la embajada y en especial de Lamelas.
El nuevo embajador no sólo buscará avanzar con la agenda prevista y organizar la visita de Trump. Tiene un aventón para hacer cabildeo, especialmente por la nueva Doctrina de Seguridad Nacional de la administración Trump, donde los embajadores norteamericanos tienen la misión estratégica de privilegiar y defender la presencia de las empresas de los Estados Unidos. Rocca es sólo un capítulo del dispositivo de empresarios que esperan señales de Washington, pero la reaparición de Cinosi confirma que el sector privado espera otra agenda para el 2026.