En los sesenta, en especial después del golpe del general Juan Carlos Onganía, en 1966, muchos jóvenes de clase media para arriba se peronizaron y en simultáneo se radicalizaron; tomaron las armas porque rápidamente llegaron a la conclusión de que era el mejor camino para que el socialismo llegara más rápido también en la Argentina, y se hicieron peronistas porque, por distintas vías, entendieron que debían acompañar la identidad política de los sectores populares que iban a encarnar la revolución.
Sus padres, en general, no eran peronistas; por el contrario, muchos de ellos eran antiperonistas, “gorilas”, según el lenguaje de la época. Un buen ejemplo es Roberto Mayol, el soldado santafesino que en la práctica abrió las puertas del cuartel de Formosa el 5 de octubre de 1975: su papá había sido titular de la corte provincial de justicia luego del golpe contra el presidente Juan Domingo Perón; uno de los primeros actos del joven Mayol como montonero fue la voladura del Club del Orden, un reducto aristocrático del que su papá era socio.
Claro que no todos los jóvenes que eligieron la lucha armada se hicieron peronistas y montoneros: un grupo guerrillero numeroso fue el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), trotskista. Debo decir que nunca me interesó demasiado el ERP, tal vez porque, a la distancia, me sigue pareciendo que nunca tuvo posibilidades de ganar la lucha de aparatos militares en la que se enfrascó con las Fuerzas Armadas. Considero que la aplicación mecánica de una ideología empobrecida lo condenó de antemano al fracaso.
En cambio, Montoneros siempre se asumió como una organización político militar. Terminó mal: militarizado, aislado de los sectores populares a los que aspiraba a representar, funcional a la represión ilegal de la dictadura, envuelto en viscosos rumores sobre oscuras negociaciones de sus líderes con jerarcas del gobierno militar. Pero eso no había sido siempre así. Por ejemplo, en 1973 fue el artífice del triunfo peronista en las urnas gracias a una decisión inusual para un grupo guerrillero: el reclamo de una salida electoral para la larga y cruenta crisis política del país.
Esos matices en la historia de Montoneros y sus cambiantes relaciones con Perón y con el resto de los actores políticos, económicos y sociales convierten a este grupo guerrillero en un objeto de estudio muy interesante, en mi opinión. Interés que es reavivado por la vocación del kirchnerismo de reescribir lo que sucedió en los setenta con el objetivo político de luchar contra sus adversarios del presente. Para los Kirchner, la historia no son papeles viejos sino un arma de última generación.
*Editor jefe del diario PERFIL y autor de “Operación Primicia”.