"El dictador más benevolente no puede anticipar todas las decisiones de una economía. Y ni hablar del dictador clientelista", consigna uno de los más duros artículos de opinión publicados hasta ahora por el diario El País de España.
La nota firmada por Pierpaolo Barbieri, de la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard, recuerda los primeros pasos de los Kirchner en materia de política económica, acumulación de reservas y desarrollo de la producción local, ayudado por el "boom de las materias primas", lo cual permitió una baja en el desempleo. Pero para el autor, este esquema o modelo luego se terminó convirtiendo en un "aislamiento" y un creciente "estatalismo".
"Desde 2007, las cifras de inflación del INDEC no coinciden con la realidad. El Gobierno puede presentar los números que guste para minimizar sus pagos vinculados a la subida de los precios, pero la mentira estadística tiene consecuencias reales: son los que el Gobierno dice defender los que más las sufren. Se ha llegado a perseguir legalmente a quienes cuestionaron las cifras y a amenazar con retirar planes sociales. Pero fuera de Argentina las cifras causan gracia, e incluso las presentaciones internacionales del Banco Central usan estadísticas que implícitamente admiten la inflación real", señala.
Y critica: "En noviembre se impusieron anacrónicos controles cambiarios y de importación. El proteccionismo no logra esconder que la inflación ha destruido la competitividad, pero sí daña las relaciones con socios vitales como España y Brasil. Los múltiples tipos de cambio tienen el mismo efecto en las dictaduras y las democracias: benefician a los amigos del poder, para quienes el dólar cuesta un 30% más barato. Ahora también se pretende forzar tasas de interés para la banca privada."
Sin seguridad jurídica, continúa, "concepto odiado por el Gobierno, YPF se encuentra cada vez más lejos de la inversión necesaria para desarrollar su gran potencial".
Luego se concentra en el factor de poder del viceministro de Economía. "Toda radicalización —de derecha o izquierda— conlleva un cambio ideológico. Su arquitecto intelectual en Argentina es Axel Kicillof, un neomarxista devenido en omnipresente viceministro de Economía. Kicillof hace apología de la heterodoxia de John Maynard Keynes en el turbulento periodo de entre guerras, particularmente de su Teoría General. El problema es que se detiene en 1936. Kicillof ignora así la estanflación —la alta inflación con apagado crecimiento— que desprestigió completamente en los años setenta a los autores que parece haber leído. Hoy el fenómeno es tangible en Argentina".
"Existen límites para estimulación de demanda keynesiana. Y la estabilidad de precios no es simplemente una obsesión psicópata de instituciones como el Bundesbank: las hiperinflaciones del siglo XX —desde Weimar hasta Yugoslavia— nos recuerdan que los más pobres terminan siendo sus víctimas más ultrajadas. Parafraseando a Keynes, la “eutanasia de las rentas” incluye a quienes reciben beneficios sociales y a pensionistas."
"Los ricos se protegen y el Gobierno se beneficia del “impuesto inflacionario”. Pero el hambre aumenta y la corrupción exacerba la inequidad. ¿Son estas actitudes de un Gobierno nacional y popular? Los colegas de Kicillof, ahora en posiciones de liderazgo en las empresas nacionalizadas, no sufren; más bien usufructúan." Y luego dispara: "El error central de Kicillof es aquel que Friedrich Hayek y Janos Kornai supieron sintetizar en su devastadora crítica a la burocracia soviética: incluso el dictador más benevolente no puede anticipar todas las decisiones de una economía. Y ni hablar del dictador clientelista."
"Deshacerse de los controles sería más productivo, así como cambiar la dirección para acercarse a necesarios socios internacionales; el aislamiento no es sostenible. La libertad es más eficiente —y justa— que el estatalismo." Y agrega: "Aislados desde la UE hasta Japón, las misiones argentinas de negocios ahora se dirigen a Angola, donde la familia Dos Santos reina sin control desde hace tres décadas y la oposición insiste en que hay "desaparecidos".
El artículo comenta por último la posible visita de Cristina a Harvard en una próxima gira internacional, tras lo cual el autor se pregunta. "Quizá en ese foro educativo se pueda debatir abiertamente sobre los efectos de la inflación en la indigencia, la reelección indefinida o la usurpación de libertades que conlleva la acumulación inexorable de poder. O quizá allí responda por qué su Gobierno demoniza a quienes se animan a decir la verdad sobre la pobreza —si en su hambre mandan ellos."
Y concluye lapidario: "Argentina merece el debate: después de todo, el poder nunca es eterno."