POLITICA
Pandemia de coronavirus

Entrevista al padre Pepe: "En las villas, la vereda es una extensión de la casa"

Trabaja en San Martín y se reunió, junto a otros curas, con el Presidente. Dice que esta pandemia lo “hace acordar al 2001” y que en los barrios “hay una necesidad muy grande” de comida. “No veo clima de desbordes”, señala.

20200412_padre_pepe_cedoc_g
Padre. Da misa y asiste en La Cárcova, 13 de Julio y Villa Curita. | cedoc

Al principio de la cuarentena, en muchas villas circulaba un malentendido: que el coronavirus era una enfermedad que afectaba a los ricos. Eso agregaba otra dificultad al cumplimiento del aislamiento, en barrios populares con mucho hacinamiento. Así sucedió en la villa La Cárcova, en el municipio de San Martín, según el cura José María Di Paola, más conocido como padre Pepe. En La Cárcova, la villa 13 de Julio y Villa Curita, de San Martín, viven unas 80 mil personas. Ahí Di Paola da misa y despliega su base de contención social.

—¿Cómo se adaptó a la cuarentena el esquema de ayuda social de los curas villeros?

—Hubo cambios: antes venían chicos para recibir apoyo escolar. Otras actividades las profundizamos. Organizamos grupos que higienizan las veredas con agua y lavandina, porque ese espacio es una continuación de las casas. Para los chicos adictos armamos otro dispositivo junto al municipio. Remodelamos capillas para que sean casas de aislamiento, para gente que quizás no necesite ir a un hospital.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

—¿Además las parroquias se reconvirtieron en centros de reparto de comida?

—Sí, son cuatro puntos en los que servimos comida. Cocina un grupo grande de voluntarios, y la distribución la hacemos junto al Ejército. Y mantenemos la red de comedores.

—¿Creció la demanda de comida?

—Sí, hay una necesidad muy grande. Entre las cuatro capillas de la zona alimentamos a dos mil personas por día. Lo que más pide la gente es comida para cocinar en sus casas. La del Estado y Cáritas no alcanza.

—¿Cómo impacta el parate laboral?

—Acá muchos viven de changas. Se nota la falta de dinero en el bolsillo. Me parecen muy bien las tarjetas alimentarias y el aumento de la AUH. Esa plata va en beneficio del barrio. Me hace acordar al 2001, cuando yo estaba en la Villa 21.

—¿Ve similitudes con el 2001?

—En algunas cosas sí. En otras, ahora es más difícil por el aislamiento, que pone nerviosos a todos. Es duro para la vida familiar. En la Nochebuena de 2001 éramos 500 comiendo pizza. En el aspecto humano es más complicado.

—¿La reclusión puede favorecer la violencia, incluso la machista?

—Sí. La gente está más nerviosa. Puede favorecer cierta tensión y violencia de género. Es momento de priorizar la salud.

—¿Se cumple la cuarentena en la villa?

—El mensaje que se dio al principio refería a los que viajaron en crucero, en avión, estuvieron en Europa. Por eso no era un tema que a la gente le pareciera propio. El dengue sí. Después, con la cuarentena se tomó otra mirada y conciencia.

—¿De eso hablaron en la reunión con Alberto Fernández y otros curas villeros en Olivos?

—Hicimos un replanteo. Para que se agregara “Quedate en tu barrio” al mensaje de “Quedate en tu casa”. En las villas, la vereda es una extensión de la casa. Hubo que hacer docencia para evitar los encuentros. En los medios daban recomendaciones para la clase media.

—¿Percibe clima de desborde social?

—La gente está necesitada. Está a la expectativa de que se levante la cuarentena para volver a las changas. Cuesta, pero no veo eso.

—El Presidente llamó “miserables” a los empresarios grandes que echan trabajadores. ¿Qué opina?

—Hacen falta actos de generosidad. No creo que haya otro camino que resignar cosas, no ganar tanto y estar a disposición.