Cristina Kirchner está estancada en las encuestas. Luego de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), su imagen a nivel nacional no logra recuperarse, pero tampoco se acentúa su retroceso. Tiene un núcleo duro que, a pesar del cimbronazo electoral, la sigue apoyando fervientemente. Pero a su vez mantiene un amplio grupo que la rechaza. Y los recientes anuncios del Gobierno no lograron perforar el techo que le impide mejorar en los sondeos.
El golpe de timón que dio el kirchnerismo en las últimas semanas, comenzando a reconocer la problemática de la inflación o de la inseguridad, con discursos pero también con anuncios concretos, fue rápidamente leído por la oposición como movimientos electoralistas. Y según los primeros sondeos, la misma interpretación tuvieron los ciudadanos que apoyaron alguna opción opositora en las primarias del 11 de agosto.
Según una encuesta nacional de la consultora Federico González y Cecilia Valladares, consultores en Marketing Político, en asociación con la firma MGMR, la Presidenta mantiene una imagen positiva del 32,1%. Esa cifra es igual a la que tenía en el período anterior a las PASO, incluso en los momentos donde cosechó mayores críticas sociales, como durante su intento de reforma judicial que desencadenó un multitudinario cacerolazo en su contra a mediados de abril. Para mayo pasado, la imagen presidencial estaba en el 31,9%.
El retroceso es pronunciado si se lo compara con el 60% de imagen positiva que Cristina supo cosechar luego de ser reelecta en octubre de 2011. Sin embargo, la foto en lo que va del año muestra que la mandataria también podría haber encontrado un piso en su imagen.
Idas y vueltas. La reacción inicial de la Presidenta tras la derrota de Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires frente a Sergio Massa y el fuerte retroceso del Frente para la Victoria a nivel nacional fue de indiferencia. Negó que se hubiera tratado de una derrota y menospreció a los líderes opositores, a quienes tildó de “suplentes” de supuestos intereses corporativos.
Poco tiempo después, sin embargo, a medida que las encuestas mostraban que la diferencia en el territorio bonaerense se estiraba, la estrategia comenzaba a sufrir severos ajustes. Así fue como dirigentes del kirchnerismo comenzaron a reconocer la inflación y la inseguridad como un problema y se tomaron medidas para contrarrestarlos (ver aparte).
Según el sondeo, sólo el 18% de los encuestados reconoce que mejoró la imagen que tenía de Cristina Kirchner luego de sus declaraciones y acciones efectuadas desde las PASO en adelante. Para el 42%, por el contrario, la percepción empeoró. Los datos demuestran que los dos polos de la sociedad se solidifican en sus posturas: sólo el 2% de los que se muestran dispuestos a votar a la oposición reconoce que mejoró la imagen que tenía de ella. En la otra mano, sólo el 3% de los que pretenden votar a un oficialista dice que empeoró su imagen. Y los indecisos son, en su mayoría, indiferentes a las reacciones presidenciales: el 51% de los que no saben a quién votar asegura que la imagen que tenían de ella se mantuvo igual.
Influencia. Las referencias de Cristina Kirchner a “profundizar el modelo”, denunciar supuestos intentos destituyentes o atacar a los intereses corporativos reciben, en promedio, la misma reacción social. Alrededor del 25% dice sentirse influenciado a votar a un candidato oficialista, cerca del 40% se termina inclinando por un opositor, y poco más del 30% se muestra indiferente y no se siente influenciado.
De esta manera, la nueva estrategia del kirchnerismo parecería tener un efecto nulo en la carrera proselitista de cara a las elecciones del 27 de octubre. El 26% de los encuestados cree que con este nuevo rumbo la Presidenta está favoreciendo a sus candidatos. Es casi la misma cifra que consiguió el Frente para la Victoria a nivel nacional, y está apenas unos puntos por debajo de la imagen positiva que tiene ella. Siempre el mismo núcleo duro, en torno al 30%.
Falta un mes y medio para las elecciones generales que definirán el esquema de poder con el que se desarrollarán los últimos dos años del mandato. Tiempo suficiente para seguir probando estrategias o seguir profundizando la nueva línea, esperando que más temprano que tarde logren mover el amperímetro. Por ahora, sin embargo, la aguja sigue estancada.
