Nadie festejó tanto como él que la postergada visita de Cristina Fernández a China se haya concretado. Franco Macri no lo dice, pero sintió como un triunfo propio la foto que el líder asiático Hu Jintao se sacó con la presidenta argentina. Un logro simbólico porque fue él, primero que nadie, quien hace 22 años intuyó que los negocios del futuro emanarían de ese país que gobierna el Partido Comunista más grande de la Tierra.
Pero la suya también es una victoria material y concreta, porque el gran proyecto del viaje del gobierno argentino a China es la rehabilitación del Belgrano Cargas, que hoy está en manos de un consorcio que comanda el papá de Mauricio. De hecho, 2.400 de los 9.500 millones de dólares que invertirá la administración K en el rubro ferroviario –con financiamiento chino– serán destinados a reactivar la red que atraviesa 14 provincias y que la explosión sojera convirtió en una necesidad impostergable para el capitalismo nativo.
Macri ya no es el peso pesado que fue durante el menemismo ni se lo escucha tanto como quisiera. Pero está asociado con la compañía Sanhe Hopefull Grain & Oil y conserva una capacidad de lobby envidiable. Néstor Kirchner delega el vínculo con Franco en Julio De Vido porque no se permite aparecer junto al padre del jefe de Gobierno porteño, todo un símbolo de los años noventa.
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