A un mes y medio del cierre de listas, una voz de la mesa chica que rodea al presidente Mauricio Macri comenzó a alertar sobre el riesgo de diluir al PRO como marca instalada a nivel nacional bajo el manto de hacer crecer Cambiemos. Esa voz, oculta pero muy escuchada, es la de Carlos Grosso, el ex intendente de los años del menemismo que anima tertulias de pensamiento político junto al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y al asesor estrella, Jaime Duran Barba. Y su mensaje va en desmedro de los aliados del PRO como los radicales o la fuerza de Elisa Carrió.
Por estos días, en los que sobrevuelan nombres y espacios para las listas que jugarán en las elecciones legislativas, Grosso ensayó –según reconstruyó PERFIL– una definición clara: “No dejen que se diluya el PRO ahora que construyeron una marca fuerte”. Ante distintos interlocutores, también reflexionó: “Se metieron en la Ciudad, armaron su sello, creció en todo el país ¿y lo van a dejar diluir por los radicales? No tiene que extinguirse por Cambiemos”.
Grosso fue intendente porteño por el PJ, enfrentó denuncias de corrupción y tuvo un paso efímero por el fugaz gobierno de Adolfo Rodríguez Saá.
La idea que promueve Grosso es mantener el poder de la lapicera para vetar y mover dirigentes de las boletas. El objetivo es que tanto Macri como Peña y el “tridente de poder” que conforma con Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal evite que el PRO sea sólo el mascarón de proa en las legislativas.
Duran Barba, antes de viajar a Norteamérica, había coincidido con ese peligro. Acaso por ello, el propio Peña ya les adelantó a los socios de Cambiemos que el Presidente va a decidir sobre las listas nacionales. Se analizarán caso por caso los nombres de los candidatos.
Como sea, el ex intendente, quien recibe a funcionarios y dirigentes en el primer piso de sus oficinas en Puerto Madero, observa como una amenaza la preeminencia que tienen tanto Elisa Carrió como la UCR y hasta Emilio Monzó, el titular de la Cámara de Diputados. A Lilita le cuestiona que, según su visión, no critica a los radicales sino que se concentró, en este año y medio de gobierno, en cuestionar a amigos del presidente, como Daniel “el Tano” Angelici o Nicolás Caputo, o el primo Jorge Macri.
A Monzó lo ve como una amenaza también: además de detestarlo de manera personal –lo acusa de haber sido parte a fines de 2001 de un grupo de duhaldistas que dinamitó su llegada al minigobierno de Rodríguez Sáa– afirma que la intención de acercarse a un sector del PJ puede ser muy perjudicial para el PRO como expresión de la “nueva política”. Con Peña, estuvo muy activo en convencer al Presidente de alejar a Monzó de la mesa chica de decisiones. Y además dejó una definición: “Lilita y Emilio son el oxímoron de Cambiemos”.
En las charlas con funcionarios y dirigentes, Grosso también suele realizar un diagnóstico particular. Razona que el gran desafío que tendrá el macrismo es mantener Cambiemos libre de los anticuerpos de un radicalismo que cruje, como mostró el Chaco con Angel Rozas (quien se peleó con sus aliados locales de la CC y el PRO) o la Capital Federal con Martín Lousteau, apoyado por Emiliano Yacobitti (titular de la UCR porteña). Añade, en ese análisis, a los radicales que siguen aliados al socialismo en Santa Fe, al cordobés Mario Negri (titular del bloque de diputados) y a la propia Carrió, a quienes ve aliados a Monzó.
Grosso se presenta como un “filósofo político” que colabora con el Gobierno. Sus definiciones encantaron a Duran Barba, quien llegó a decir hace algunas semanas: “Carlos Grosso es un tipo con una formación intelectual espectacular”. La “mesa de pensamiento” suele reunirse los lunes. Es el único día donde se lo puede ver en la Casa Rosada. El resto del tiempo se mueve entre su oficina y hoteles de lujo.