A partir del lunes próximo, Europa atraviesa horas convulsionadas por la guerra en Ucrania y eso va a encender debates difíciles a futuro. “Necesita afirmar su autonomía estratégica militar”, sostiene el español José Joaquín Almunia, presidente del think tank Centre for European Policy Studies (CEPS). Almunia, economista y licenciado en derecho, fue ministro de Felipe González y ex vice de la Comisión Europea y ve con preocupación la evolución de la globalización, en especial por el aumento de la desigualdad y el peso que ganaron las grandes empresas tecnológicas. Ésta es la segunda de una serie de entrevistas a académicos, diplomáticos y referentes económicos que acercan visiones alternativas sobre un mundo en transición.
—¿Cómo ve la relación entre Europa y EE.UU., en este momento crítico para la OTAN?
—Europa delegó durante años su defensa a la Alianza Atlántica, sin cuestionar los límites a su independencia estratégica que implicaba. Cuando era presidente, Donald Trump planteó que la OTAN estaba obsoleta y generó una sacudida en Europa. Si una administración trumpista llegara a la Casa Blanca después de Joe Biden, sería un serio problema. Europa necesita afirmar su autonomía estratégica en materia económica y tecnológica, pero también militar. Lo muestra el actual conflicto en Ucrania.
—Por el ascenso de China, EE.UU. está apostando por relocalizar la producción de sus compañías en territorio nacional o de sus aliados. ¿Qué estrategia sigue Europa?
—Es un debate en curso. Una opción son los apoyos estatales para proyectos de interés común. La Comisión Europea aprobó ayudas a empresas para que inviertan en fabricar microprocesadores y baterías de litio. El modelo es Airbus, una iniciativa de gobiernos europeos para crear una empresa que compitiera con Boeing. Otra opción es la vía regulatoria. Está en discusión una norma comunitaria para condicionar, o incluso prohibir, las inversiones extranjeras en determinados casos. Es una norma pensada fundamentalmente para China.
—Tras dos años de pandemia, ¿cómo se vio afectada la economía europea?
—El impacto fue muy duro en 2020, pero las economías están creciendo actualmente. Muchos países europeos ya recuperaron el nivel de PIB previo a la pandemia. No es el caso de España, lamentablemente, quien sufrió una caída durísima por el peso excesivo que tiene el turismo en el país. Creo que hubo diferencias con respecto a la crisis financiera de 2008 que explican por qué la recuperación fue más rápida de lo que pensábamos.
—¿Qué consecuencias de la pandemia van a perdurar a largo plazo?
—El teletrabajo, desde luego. También, por desgracia, aumentó la desigualdad; la brecha digital se está haciendo notar a medida que avanza la digitalización. Otro cambio importante en la UE fue la creación de los instrumentos nuevos como los fondos de recuperación y resiliencia del programa Next Generation y la emisión común de deuda por la UE. Esto nos permite programar inversiones con dos grandes prioridades: la transición energética y la transición digital.
—Tras la crisis de 2008 se estancó la convergencia de las economías del sur con las del norte de Europa y eso generó tensiones, ¿qué pasó en los últimos años?
—Sigue existiendo el debate entre el norte y el sur en torno a las reglas de disciplina presupuestaria, pero no con la misma acritud que antes. Creo que la mayor fractura de la UE ya no está entre el norte y el sur, sino entre el este y el oeste, con los países que se integraron a partir del 2004. Polonia y Hungría tienen un déficit democrático demasiado serio como para ignorarlo. Existen presiones fuertes para que la UE evite que se siga deteriorando la democracia y se respeten los derechos y las libertades. Hay otros países en los que la calidad de la administración pública y la eficacia de las políticas e instituciones deja mucho que desear: Bulgaria y Rumania, quizás Croacia. Esta tensión entre el este y el oeste debe superar ahora la prueba de la respuesta de la UE ante la invasión de Ucrania por Rusia.
—Aunque pasa en muchos lugares usted señala la polarización política como un problema económico en España, ¿por qué?
—El bipartidismo se quebró en 2015 por diversas razones. El PSOE (Partido Socialista Obrero Español) no supo responder a los problemas sociales con políticas que sus votantes entendieran. El PP (Partido Popular) está muy afectado por casos de corrupción y en estos días está en una crisis profundísima, vamos a ver cómo sale de ahí. Esto tiene consecuencias económicas porque dificulta acordar entre el gobierno y la oposición las reformas estructurales necesarias para hacer más sostenible el crecimiento.
—¿Cómo ve a la Argentina?
—Creo que el país tiene una debilidad estructural en el sector exterior que la convierte en una economía débil, volátil, sujeta a los shocks externos. Esa fragilidad está asociada a la propensión a la inflación elevada, una lacra que habría que extirpar. No sé si el gobierno actual tiene coherencia interna suficiente como para afrontarla.
—Fue comisario europeo de la competencia hasta 2014, cuando los gigantes tecnológicos estaban ganando terreno. ¿Son un riesgo para la economía?
—Las grandes tecnológicas tienden a convertirse en monopolios. Es un efecto bola de nieve: a medida que acumulan datos, con sus algoritmos y el uso de inteligencia artificial, se vuelven cada vez más potentes y expulsan del mercado a los competidores. La concentración económica perjudica la eficiencia económica y frena la innovación, sin mencionar los efectos políticos, como la difusión de fake news o la manipulación en las elecciones. Al mismo tiempo, estas plataformas ofrecen muchas ventajas a los usuarios. La cuestión es cómo evitar el exceso de poder de mercado, sin dar marcha atrás en las ventajas de nuestra vida digital.
—En una entrevista tras la crisis de 2008 dijo que estaba volviendo a leer los clásicos económicos como Karl Marx. ¿Por qué?
—En aquel momento se había vuelto a abrir el debate sobre los males del capitalismo. Y eso se ha agravado con el papel exagerado de las finanzas y las grandes plataformas tecnológicas. El aumento de las desigualdades y la polarización social son los problemas más graves de la globalización. Hace falta alguien que tenga una visión general como la que tenía Marx antes de que los lenines de este mundo los estropearan totalmente.
Colaboró Francisco Uranga.