El Gringo Schiaretti, como le dicen todos los cordobeses a su gobernador, se convirtió –con su postura diferenciada– en uno de los protagonistas de los días más conflictivos de la gestión K. Algunos funcionarios, en voz baja, lo acusaron de traidor. Entrevistado en forma exclusiva por Perfil, él aseguró que hay un exceso de crispación de ambas partes en la pelea con el campo y que no se puede actuar obnubilados con la idea de ganar o perder, como si se tratara de una pulseada.
Juan Schiaretti, hijo de un obrero ferroviario, es peronista hasta la médula y con su tonada resalta: “Los cordobeses no nos arrodillamos ante nadie”, mientras confirma que la imagen de la Presidenta también bajó en su provincia.
Ex funcionario de Cavallo-Menem, dice que son varios los que trabajaron “en distintos gobiernos elegidos por la gente” y saca pecho recordando que participó del Cordobazo, y que por su condición de peronista revolucionario tuvo que exiliarse en Brasil durante toda la “dictadura genocida”.
A esta altura, con Luis Juez sólo comparten la condición de egresados del Liceo Militar General Paz. Sobre las acusaciones de fraude a la hora de su triunfo electoral, responde que fueron “denuncias irresponsables de quienes querían forzar de prepo una segunda vuelta”.
El gobernador cordobés estableció relaciones fuertes dentro del peronismo con Carlos Reutemann y Jorge Busti y, fuera de él, con el socialista santafesino Hermes Binner. Aquí habla de todo: inflación, INDEC, Hugo Moyano, Luis D’Elía, las posibles represalias del poder central por su excesiva autonomía, sus relaciones con Roberto Urquía y Ricardo Jaime, y la ausencia de diálogo con su antecesor, José Manuel de la Sota. Un dato a subrayar: la Nación le debe a Córdoba 1.500 millones de pesos y no le gira fondos desde octubre.
—¿Usted es el principal impulsor de una línea no kirchnerista en el peronismo?
—De ninguna manera. Siempre reconocí mi origen justicialista y lo seguiré haciendo, pero hoy mi prioridad está en la tarea de gobierno. Acepté integrar como vocal la conducción nacional del PJ en esta etapa de normalización, junto a otros gobernadores, porque es una tradición que los gobernadores formemos parte de las autoridades. Pero no estoy trabajando en la tarea partidaria y mucho menos armando líneas pro o contra alguien. Mi ocupación principal no es mirar hacia dentro del partido.
—¿Cree que el matrimonio Kirchner le perdonará lo que, en voz baja, muchos consideran una “traición” suya?
—Primero, a mí no me consta eso, y mucho menos puedo prestarle atención a lo que supuestamente se dice en voz baja. El país está en un momento en que necesita seriedad, sobriedad… Entonces, mejor que este tipo de cosas pasen de largo. Yo tengo la obligación de no traicionar los intereses de los cordobeses. Ese fue el mandato del pueblo en las urnas. Esta provincia tiene una historia de luchas que merece ser honrada. Y la lealtad es un valor que honro.
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