El 5 de abril del 2019 se cumplen 3 años de la detención de Lázaro Báez, la familia de Río Gallegos está fraccionada en dos. Por un lado, quedaron el empresario kirchnerista y sus dos hijos mayores: Martín y Luciana, la única que visita a su padre y a su hermano en prisión.
Lázaro y Martín, según pudo averiguar PERFIL, tienen buena relación. Comparten largas jornadas en el pabellón “de los corruptos”, un módulo de la prisión de Ezeiza especialmente acondicionado para aquellos internos con alto nivel adquisitivo. El mayor de los varones, se anotó en talleres. El empresario pasó mucho tiempo sin actividades. Ahora decidió inscribirse en UBA XXI, para estudiar Derecho, mencionaron desde su entorno.
Luciana se reconcilió con su ex marido, Marcos Muller. Viven en Río Gallegos junto a su hijo, pero se hace el tiempo para viajar a Buenos Aires y reunirse con sus familiares presos. No tendría contacto con la otra parte de la familia.
Del otro lado, Norma Calismonte, docente jubilada, vive en su casa esa junto a Leandro y Melina, los menores del clan. En esa vivienda -que fue allanada por pedido del fiscal Guillermo Marijuán en 2016, al igual que otras propiedades y domicilios vinculados al constructor ligado al ex presidente Néstor Kirchner- vivía la madre de Lázaro, que falleció en 2017.
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A la mujer la cuidaba Melina, ahora a cargo de la salud de su abuelo materno. El anciano vive solo en otro domicilio. La menor de las hijas mujeres del exmatrimonio también cuida a su madre, con tratamiento psiquiátrico por una depresión. Empleada administrativa, de forma intermitente, da clases de inglés particulares. No le va muy bien. Tiene pocos alumnos por el temor a los allanamientos.
Sin embargo, Calismonte se ocupa de sus nietos. Ayuda a Nadia, la pareja de Martín, madre de dos niños pequeños, según indicaron a PERFIL allegados a la familia. Por la depresión que transita, su médico le recomendó no viajar a Buenos Aires. Nunca fue a ver a Martín. Creen que no toleraría ver a su hijo preso. “Está muy triste”, dicen.
Leandro es el tercer integrante de la facción Báez que más alejado quiere estar de los problemas judiciales del empresario K y, por lo tanto, de su padre. Aunque el capital familiar está congelado y sus bienes embargados, la Justicia les permite a los Báez obtener un porcentaje de las empresas. El más chico de los hermanos tiene un perfil más dedicado al campo, donde pasaría parte de su tiempo, haciendo tareas vinculada a esa área.
A los tres les gustaría estar presentes en todas las audiencias del juicio por “la ruta del dinero K” pero, aseguran, no tienen dinero para afrontar ese gasto. Confían en los jueces y en su abogada, Analía Fangano. Están enojados con Lázaro. No conocían muchos aspectos de los negocios que llevaba y se sorprendieron con varios detalles. Los menores, que tenían 13 y 16 años cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la nación, obedecían a su padre. Incluso, Leandro fue despedido de Austral Construcciones en 2015. “Él disponía. Sus hijos no tomaban decisiones. Eran como empleados. Ellos no tienen ni obra social”, indican personas de su círculo en su defensa.
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En Río Gallegos, viven presionados y con miedo. Sufrieron intentos de robos y secuestros. Estiman que se debe a la difusión del caso en los medios. Sin embargo, continúan teniendo una vida normal: llevan a los chicos al colegio, van a los mismos bares y al supermercado como sus vecinos.
Por su parte, Lázaro nombró como apoderados a sus abogados Franco Bindi y Elizabeth Gazaro. Ya no está en pareja. Hoy, sus defensores se convirtieron en su mano derecha.
CDL EA