“Todavía puede subir”, animó una joven militante del Movimiento Evita a sus compañeras de jornada, que las encontraba en el Hotel Intercontinental del centro porteño, sede del bunker del Frente para la Victoria en estas PASO, a la espera de los resultados de los comicios. La adolescente se refería a la cantidad de votos sumados por Martín Insaurralde, primer candidato a diputado para la provincia de Buenos Aires por el partido oficialista. Con aproximadamente el diez por ciento de las mesas escrutadas minutos antes de las diez de la noche, en el bunker K reinaba la esperanza de revertir el resultado con Sergio Massa.
La jornada había empezado varias horas antes: a las seis de la tarde, boletas del FPV volaban sobre la calle Piedras, y en Tacuarí y Moreno ya había aproximadamente 50 personas, la mayoría pertenecientes a La Cámpora. Luego se sumaron otras agrupaciones como el Movimiento de Unidad Popular (MUP), el Movimiento Evita, y la Corriente Nacional y Popular, que con bombos, trompetas y platillos cantaban por el “proyecto nacional y popular”. La música sonaba fuertemente, pero la organización recién se ponía en marcha. No faltaba el merchandising del FPV: los prendedores o pins con las inscripciones “Elijo seguir haciendo” o “La deKada ganada” estaban a la cabeza.
Adentro, los periodistas se agolpaban en el hall de entrada al Gran Salón Monserrat para tratar de frenar a un apuradísimo Ricardo Forster, que prometió que volvía en cinco minutos, pero lo hizo mucho más tarde. El secretario de Seguridad Sergio Berni fue uno de los pocos que conformó a los periodistas, al parar a contestar cada pregunta y hacer declaraciones exclusivas a cada medio. En el salón principal, los candelabros se destacaban entre todos los paneles gráficos que celebraban el slogan “En la vida hay que elegir”. Todo estaba impecable; las paredes de mármol y las alfombras terminaban de ambientar aquel espacio digno de esta ocasión. Y los jóvenes militantes de Unidos y Organizados cantaban fervorosamente, coreando el nombre de Perón, Evita y Néstor, mientras las pantallas proyectaban los diferentes spots publicitarios de la campaña o los actos de Cristina alrededor del país.
Con el correr de la noche, luego de que Florencio Randazzo anunciara los resultados parciales de las elecciones y los principales candidatos de la oposición salieran a hablar desde sus respectivos bunkers, la Presidenta se hacía esperar. Sin embargo, los militantes no se desanimaban, y a los cantos y saltos por Cristina sumaban pogos, que a medida que pasaba el tiempo se hacían cada vez más densos. Predominaron los cantos contra Clarín y contra los “gorilas”. La transpiración de los jóvenes se empezaba a anotar en el ambiente, cada vez más cerrado.
Sin embargo, a medida que pasó el tiempo la euforia fue en disminución, y la expectativa por la salida de Cristina Fernández se mezcló con la incertidumbre de no saber si efectivamente saldría a hablar. Para conformar a los militantes presentes, primero llegaron las gaseosas y algunos snacks. Luego, una nena de no más de 15 años con una pechera azul de La Cámpora repartía empanadas entre los jóvenes convocados por el kirchnerismo, a lo cual le siguieron botellas de agua, jugo de naranja en copas de vidrio, y sándwiches de miga. Para ese entonces, la alfombra del Intercontinental estaba completamente sucia, cubierta por pedazos de comida, botellas vacías y servilletas, como si se tratara del sector “campo” de un recital en un estadio de fútbol.
Muchos estaban sentados, otros iban y venían: ahora dominaba la dispersión y se veían muchas caras de cansancio. Minutos antes de las 11 de la noche, el grupo de militantes que se encontraba más adelante, pegado a la parte VIP del salón, comenzó a cantar nuevamente, alentados por funcionarios kirchneristas.
Con la brecha entre Insaurralde y Massa que se hacía cada vez más significativa, la misma joven de Movimiento Evita que había alentado a sus amigas, exclamó: “Ey, esto es cada vez peor”. El clima de derrota se había instalado en el bunker del oficialismo.
Finalmente, a las 11:35 pm la Presidenta salió a hablar pero prácticamente no hizo referencia a los resultados electorales. Por su parte, los militantes volvieron a la acción y aplaudieron fervientemente la aparición de CFK mientras entonaban “Yo soy argentino, soy soldado del pingüino”, saltando desencajadamente y empujándose los unos a los otros luego de que ésta les agradeciera su “aguante”. Los aplausos variaban según lo dicho por la Presidenta. Estaba acompañada a un lado por Insaurralde y al otro por Daniel Scioli, cuyas caras resaltaban por la ausencia de gestos de alegría y por alguna que otra sonrisa forzada. Daniel Filmus y Juan Cabandié eran de los más serios en el escenario. El único que mantuvo una sonrisa a lo largo de todo el discurso de la Presidenta fue Amado Boudou. El tramo más aplaudido y vitoreado fue cuando CFK mencionó a Insaurralde, que agradeció al público presente luego de que cantaran “Tomala vos, dámela a mí, esta es la banda de Martín”.
A las 12 de la noche, el discursó finalizó con escasos aplausos, y mientras sonaba “Me siento mucho mejor”, de Charly García, los militantes comenzaron a desconcentrarse rápidamente: algunos para regresar a sus casas, y muchos para unirse por unos minutos más a quienes todavía se encontraban afuera.
La jornada en el bunker del oficialismo no fue lo que sus candidatos esperaban: si bien el clima no era el de derrota absoluta, tampoco se sintieron victoriosos, ni mucho menos.