Circunstancial es la palabra que mejor define a la mayoría que el jueves derrotó al oficialismo, tanto en la elección de autoridades como en el control de las comisiones de la Cámara de Diputados. Esto lo admiten los propios bloques rivales del Gobierno.
El triunfo en el recinto mostró, quizás, lo que las urnas dijeron seis meses antes, el deseo de imponerle un límite al poder K. Sin embargo, el acuerdo fue logrado por una oposición heterogénea, con intereses y ambiciones que en algún punto se contraponen, sobre todo cuando se habla de candidaturas para 2011.
La idea de un oficialismo arrinconado o un nuevo Congreso con el poder de revisar sin límites las leyes aprobadas antes del recambio de autoridades no es un panorama del todo claro. Porque la suma de voluntades del jueves se sostuvo con hilos demasiado delgados. El kirchnerismo retuvo la presidencia de la Cámara para el jujeño Eduardo Fellner. Se alzó con la vicepresidencia segunda, que ocupará Patricia Fadel. Cedió la vicepresidencia primera para el radicalismo, en manos de Ricardo Alfonsín. Y quedó en desventaja en todas las comisiones.
Pero la oposición, que arrancó superando el quórum propio con unos 149 diputados, y que obligó a bajar a la sesión al kirchnerismo, ya muestra señales de debilidad. Que la vicepresidencia tercera haya quedado vacante es una de esas señales.