En un contexto de ajuste fiscal y debates acalorados sobre la recuperación económica, un sondeo del Pew Research Center revela una polarización partidaria extrema en Argentina: mientras el 65% de los simpatizantes del gobierno de Javier Milei considera que la economía nacional está en buen estado, solo un 12% de los opositores comparte esa visión.
Esta brecha de 53 puntos porcentuales posiciona a Argentina como uno de los países con mayor división ideológica en percepciones económicas, superando incluso a naciones con crisis más agudas. El estudio, realizado en la primavera boreal de 2025, subraya cómo el partidismo moldea las opiniones ciudadanas por encima de indicadores objetivos como el PIB o la inflación, en un momento en que el país sudamericano lidia con las secuelas de la hiperinflación heredada y las reformas liberales impulsadas por el presidente.
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El informe, titulado "En muchos países, las visiones de la economía nacional están estrechamente relacionadas con el partidismo", encuestó a 28.333 adultos en 24 naciones, incluyendo Argentina, donde se aplicó una metodología presencial representativa a nivel nacional.
Los resultados para el país destacan no solo la brecha actual, sino también el contexto postelectoral: tras la victoria de La Libertad Avanza en las elecciones de 2023, el optimismo entre sus partidarios se disparó, reflejando un patrón global donde los ganadores electorales tienden a “colorear de rosa” la realidad económica.

En contraste, los peronistas y otros opositores, aún marcados por la crisis de 2023, mantienen un pesimismo abrumador, con solo un 12% viendo mejoras tangibles. Esta división no es aislada: en Grecia, por ejemplo, el 71% de los partidarios de New Democracy califica la economía como buena, frente al 9% de los no alineados, una brecha aún más pronunciada.
La encuesta de Pew, que complementa datos de 2024 con más de 41.000 entrevistas en 36 países, demuestra que esta dinámica partidaria es un fenómeno universal. En casi todos los 24 países analizados en 2025 –desde Canadá y Francia hasta Brasil e India–, los simpatizantes del partido o coalición gobernante son consistentemente más optimistas sobre la economía actual que sus detractores.
Países como Hungría, Polonia y Grecia exhiben brechas “especialmente grandes”, similares a la de Argentina, donde el gobierno de Milei, en el poder desde diciembre de 2023, ha impulsado recortes drásticos en el gasto público para combatir la inflación, que alcanzó picos del 211% anual en 2023. Sin embargo, mientras el FMI elogia el superávit fiscal de 2024, las percepciones ciudadanas siguen ancladas en lealtades políticas más que en métricas macroeconómicas.

Un análisis comparativo postelectoral ilustra cómo las urnas reconfiguran la visión económica. En Estados Unidos, tras la victoria republicana en 2024 –con Donald Trump de regreso en la Casa Blanca y mayorías en el Congreso–, el optimismo entre los republicanos saltó del 17% en primavera de 2024 al 50% en 2025, mientras que entre los demócratas cayó del 53% al 19%.
En el Reino Unido, la histórica mayoría laborista de 2024 duplicó el optimismo de sus partidarios, pasando de niveles bajos a un 50% aproximado, aunque los conservadores se mantuvieron estancados en torno al 25%. Italia ofrece otro paralelo: tras la elección de 2022 que consolidó la coalición de centro-derecha liderada por Hermanos de Italia, el optimismo de sus bases subió del 11% al 30% en un año, en tanto que los partidarios de la derrotada coalición de centroizquierda (como el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Democrático) se estancaron en el 25%.
En América Latina, México muestra un patrón análogo: después de la abrumadora victoria de Morena en 2018, el optimismo entre sus simpatizantes se elevó del 25% al 54% en 2019, mientras que los partidarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el perdedor, apenas registraron cambios. Australia y Francia completan el panorama: en el primer caso, la derrota de la coalición Liberal-Nacional en 2022 hundió su optimismo del 65% al 41%, pese a que el Partido Laborista, ganador, se mantuvo estable en el 42%; en Francia, la reelección de Emmanuel Macron en 2017 triplicó el optimismo de En Marche del 21% al 69%, con un aumento marginal entre los socialistas derrotados.
Más allá de las elecciones, el sondeo explora la desconexión entre percepciones subjetivas y realidades objetivas. Las opiniones sobre la economía actual solo correlacionan “moderadamente” con indicadores como el crecimiento del PIB, la inflación, el desempleo o la desigualdad de ingresos, según un análisis comparativo con datos de 2017.
En cambio, el optimismo sobre el futuro –medido por si los niños estarán financieramente mejor que sus padres– se alinea más con el crecimiento del PIB de 2024. India, con el mayor PIB expandido entre los encuestados (alrededor del 7%), registra un 75% de respuestas positivas sobre el futuro generacional; Japón, con un crecimiento anémico del 0,5%, solo alcanza el 16%. Esta tendencia se acentúa por niveles de ingreso, según el Pew Research Center: en los 18 países de ingreso medio (incluyendo Argentina, Brasil, México e India), la mediana de crecimiento fue del 3,4% y el optimismo futuro del 44%, frente al 1,3% y 26% en los 18 de ingreso alto (como EE.UU., Alemania o Corea del Sur).
Los shocks externos también trascienden el partidismo. Tras la crisis financiera de 2008, las calificaciones económicas cayeron drásticamente en Alemania, España y el Reino Unido, tanto en la izquierda como en la derecha. La pandemia de Covid-19 generó un pesimismo similar en 2020, independientemente de ideologías, con caídas de hasta 40 puntos en optimismo en múltiples naciones. En Argentina, este patrón podría repetirse si eventos como la volatilidad cambiaria o presiones inflacionarias globales impactan, aunque por ahora el filtro partidario domina.
Las conclusiones del Pew Research Center son claras: en un mundo interconectado, las percepciones económicas no son meros reflejos de datos fríos, sino productos de lealtades políticas y narrativas postelectorales.
En Argentina, esta polarización extrema –con una brecha de 53 puntos– no solo complica el consenso para reformas, sino que ilustra un desafío global: cómo fomentar un debate económico basado en hechos en tiempos de alta trivialización. Mientras Milei celebra el “éxito” de su plan de estabilización, los opositores advierten de un “sufrimiento innecesario”.