Luego de mucha presión y negociación, el gobierno de Jair Bolsonaro consiguió finalmente que la Cámara de Diputados avance hoy con el tratamiento en el recinto de una de sus banderas de campaña, la reforma jubilatoria. La suerte que corra esta megainiciativa en el país vecino, tendrá consecuencias en una Argentina de tiempos electorales en la que ningún candidato quiere arriesgarse a prometer un cambio que pueda sonar muy antipático aunque todos reconocen, en forma velada, que deberá llegar tarde o temprano, sin aclarar el cómo ni el cuándo.
En el caso brasileño, se trata de una reforma orgánica que pretende modificar desde sus cimientos a su sistema previsional. El original de Bolsonaro y su súperministro de Economía, Paulo Guedes, era ambicioso para la compleja trama fragmentada del Legislativo, quizás demasiado. Hablaba de homogeneizar el sistema entre los diversos sectores, que pesen la edad y los años de aportes para hombres y mujeres y buscaba incorporar un modelo de capitalización individual, entre otros cambios. Una serie de reformas de paso apurado con el espejo enfrente del “gradualismo” de Mauricio Macri que, a ojos del bolsonarismo, fue una pésima jugada política. Cuánto prevalecerá de aquel proyecto original, todavía es una incógnita porque son decenas las enmiendas que se han propuesto al borrador oficial. No obstante, es casi seguro que el impacto económico, más allá de lo que pueda significar el mensaje de su aprobación, no será tan inmediato porque tampoco lo sería la instrumentación de las modificaciones.
La reforma jubilatoria desnuda los límites de Bolsonaro
Desde el Gobierno, de este lado de la frontera, siguen con atención lo que ocurre en Brasil si bien creen que “no estamos tan urgidos como Brasil”. Emilio Basavilbaso, titular de la ANSES, lo dijo en más de una ocasión: “Nuestro sistema es más avanzado”. No obstante, reconoció siempre que la mayor expectativa de vida “implica un desafío” en Argentina, al igual que ocurre en todas partes del mundo. El tándem Bolsonaro/ Guedes asocian la sanción de una reforma previsional a más trabajo y crecimiento para Brasil. Aquí hablan de un pasivo estructural que numerosas leyes buscaron limar a lo largo de estos años, con medidas como la opción de seguir trabajando después de los 60 o 65 años y que el empleador no pueda intimar al trabajador a iniciar sus trámites antes de los 70.
Sin embargo, la posibilidad de que esta ampliación pase de ser optativa a obligatoria circula por las cabezas de varios de los economistas que asesoran a los precandidatos presidenciales, no solo en el oficialismo, lo que puede espantar votos en ciertos sectores, como suelen hacerlo las medidas compulsivas. Quizás por ello se admite pero no se opina casi al respecto. Hace diez días, por caso, lo consultaron a Alberto Fernández. El precandidato del Frente de Todos reconoció que la gente vive más y eso merece un estudio, pero subrayó que una reforma previsional no era prioritaria. “Es imposible ahora”, indicó.
En el lavagnismo, por su parte, también hablan de un desequilibrio que el Estado debe corregir aunque “no a cualquier precio”. Ya en 2003, cuando era ministro de Economía, Roberto Lavagna calificaba al sistema mixto como “un fracaso total”. No tanto por la convivencia de las dos modalidades —privada y estatal— sino por el modo cómo operaban los empresarios previsionales. “Basta, por ejemplo, mencionar la acuciante responsabilidad de una reformulación integral del sistema de seguridad social, para garantizar su sustentabilidad económica, gravemente amenazada, y el mejoramiento de las prestaciones a jubilados y pensionados”, sostuvo al lanzar sus diez puntos para el consenso, en mayo último.
Para Basavilbaso, de la ANSES, "no estamos tan urgidos como Brasil"
Como sea, lo que Brasil vote finalmente sentará un precedente para la Argentina, frente a las presiones del Fondo Monetario Internacional para que el gobierno de Cambiemos o el que le suceda, asuma una reforma jubilatoria por su cuenta. Quizás hasta ponga el tema en el centro del debate público con la presión de los llamados mercados, a medida que se aproxime octubre, aunque todos coinciden que tomar riesgos con una bomba semejante tan cerca de las elecciones puede ser más que perjudicial para cualquier candidato.
JDI CP