La nueva conducción de la CGT, reunificada con el regreso del moyanismo al liderazgo, tendrá cuatro años por delante con desafíos en distintos niveles. En principio, y pese a la foto final de los dirigentes sonrientes y cantando “y ya lo ve hay una sola CGT”, es una verdadera incógnita cómo será la convivencia entre los distintos sectores, tras años de enfrentamientos y desconfianza mutua.
La unidad sellada entre los Moyano, el grupo de los denominados “gordos” y el barrionuevismo fue costosa y hasta minutos antes del comienzo del evento en Parque Norte mostró dificultades. ¿El motivo? El reparto de las secretarías, tal como le expresó un dirigente sindical de importante trayectoria a PERFIL. “Estuvo muy brava la cosa, cerca de las diez de la mañana por suerte aflojó un poco y hubo pacto”, señaló este representante sindical que no puede imaginar qué sucederá en el futuro.
Otro punto a develar es qué tipo de relación puede tejer el flamante triunvirato con el gobierno nacional. Si bien los sindicalistas de mayor peso en Parque Norte coincidieron en respaldar al Frente de Todos y le pegaron a la oposición más beligerante que pretende “terminar con derechos laborales”, tal como repiten continuamente, hubo matices contundentes.
Carlos Acuña, el hombre de Barrionuevo, sostuvo que la central obrera debe “colaborar en todo lo que sea necesario para sacar al país adelante” y que “la CGT va a estar en la calle para defender al Presidente si lo atacan”. También indicó que se llevará a cabo el próximo 17 de noviembre una marcha por el Día de la Militancia para “darle un respaldo al gobierno, para decirle que los trabajadores están de acuerdo en que haya un diálogo social, que haya un acuerdo también con la oposición”.
Un pensamiento compartido por Julio Piumato, Gerardo Martínez y Rodolfo Daer, quienes se sumaron al pedido del sufragio a favor del oficialismo. No obstante, Pablo Moyano, el mismo día de la asunción, consideró que la CGT “debe ser autónoma e independiente” y que no puede ser “apéndice de ningún gobierno”. Además de descartar un entendimiento con la oposición, afirmó que “el salario no es ganancia” y que no puede ser que “un millón de trabajadores sigan pagando el impuesto a las ganancias mientras las mineras fugan divisas”, en un claro mensaje a la Casa Rosada.
Otro tema no menor: cada gremio necesita que el Gobierno continúe girando fondos para sus obras sociales, que durante la pandemia exhibieron déficits importantes y se tuvieron que sostener con las arcas de los propios sindicatos. Hasta el momento, no existe tensión ya que el Poder Ejecutivo transfirió $ 23.500 millones en lo que va del año, con el objetivo de mantener la cadena de pagos, el financiamiento de los tratamientos médicos prolongados y la posibilidad de afrontar los gastos derivados de la pandemia. Pero si esos fondos se cortan, las discusiones serán una realidad.
De todos modos, un dirigente de primera línea aventura ante este medio que “el futuro de la CGT va a quedar sellado en la primera lucha: vamos a ver quién moviliza y quién no”.
En el sindicalismo aumentan las críticas al ministro Moroni
Si hay un funcionario del gobierno nacional que no despierta simpatías en el sindicalismo, es Claudio Moroni, el ministro de Trabajo. Varios, de diálogo fluido con la Casa Rosada, le achacan “falta de gestión” y que “no resuelve nada”. “Es de los funcionarios que no funcionan, nadie habla bien de él”, señalan ante PERFIL fuentes del ámbito gremial, que incluso pronostican que luego de las elecciones del 14 de noviembre la cartera laboral puede cambiar de mando.
Esta mirada es compartida incluso por gremialistas de los diferentes sectores que ahora se unificaron en la CGT.
Desde la Casa Rosada descartan cambios aunque en el kirchnerismo el mencionado ministro genera resistencia. Es recordada la intervención parlamentaria de Máximo Kirchner, jefe del bloque de diputados del Frente de Todos, el año pasado, marcando distancia con Moroni a raíz del acuerdo homologado por su ministerio con la empresa Mondelez, que significó suspensiones con rebajas salariales para trabajadores.
“Mondelez puso a los trabajadores a producir golosinas bajo el paraguas de ‘industria alimenticia y servicio esencial’, se stockeó todo lo que pudo bajo el valor actual para venderlo vaya a saber cuándo, y les baja el sueldo a los trabajadores suspendiendo la actividad. Equivocadamente, el Gobierno le homologó ese acuerdo”, cuestionó. “Espero que se corrija. No tengo problemas en decir esas cosas. No me quiero arrepentir de defender a los que tenemos que defender”, advirtió en ese entonces el legislador. El actual ministro, días más tarde, justificó su rol.