POLITICA
cuatro nombres en danza

La sucesión del Arzobispado de la Ciudad, entre críticos y moderados

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La llegada de Francisco al trono de San Pedro dejó vacante un lugar de poder crucial en la Argentina. Es el puesto de arzobispo de Buenos Aires, el cardenal primado del país que puede ejercer sus influencias sobre la política local, que históricamente hablaba en los tedéum oficiales de las fechas patrias y desde donde Jorge Bergoglio se enfrentó sin pausa con el Gobierno.

Ahora, el interrogante es cuál será la relación que tendrá su sucesor con la presidenta Cristina Fernández. Entre los candidatos se encuentran moderados frente a la Casa Rosada, como el presidente del Episcopado, José María Arancedo, o el arzobispo correntino, Andrés Stanovnik. Pero también están en carrera otros más críticos con el kirchnerismo, como el obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, y su par neuquino, Virginio Bressanelli.

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El propio Bergoglio será el encargado de elegir al nuevo cardenal. El procedimiento para designarlo es sencillo: el nuncio apostólico del país –en este caso, el suizo Emil Paul Tscherrig– debe consultar a la cúpula religiosa local los nombres de tres postulantes, luego envía esa terna a la Santa Sede y el Pontífice toma la decisión final.

En el grupo de los “moderados” se encuentran líderes religiosos que coinciden con el pensamiento de Francisco, pero que adoptan formas más diplomáticas a la hora de expresarlo. Uno de ellos es el arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, quien desde 2011 es presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, una designación que fue celebrada por el Gobierno. La única desventaja es su edad, 72 años, que lo convertiría en un cardenal “de transición”.
En ese mismo sector se ubica el correntino Andrés Stanov-nik, un franciscano capuchino muy respetado en la Iglesia argentina. Mantiene una buena relación con Bergoglio, aunque cultiva un perfil más intelectual, con menos contacto con los círculos políticos. Otro candidato similar es el monseñor de Luján, Agustín Radrizzani.

En la rama de los “críticos”, se encuentra el neuquino Bressanelli, cuyas opiniones sobre el Gobierno son todavía más duras que las del nuevo papa. Incluso suena el nombre de Joaquín Sucunza, el hombre de confianza y fiel vicario que venía trabajando como mano derecha del nuevo papa.
A pesar de todo, en los círculos eclesiásticos se observa con más chances a Jorge Lozano, el hombre de la Iglesia en Gualeguaychú. El prelado arribó allí en pleno conflicto con Uruguay por la pastera de Botnia: se anotó varios porotos en esa ocasión, porque abrió un “diálogo de paz” con el titular del Episcopado uruguayo.

Su principal ventaja para ser arzobispo de la ciudad de Buenos Aires es su condición de porteño y, sobre todo, que trabajó como “obispo auxiliar” del mismísimo Bergoglio en esa arquidiócesis. La pregunta sobre quién será el nuevo cardenal desvela al Gobierno, pero solamente el papa conoce la respuesta.