La moneda común que anunciaron Lula da Silva y Alberto Fernández durante la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada en Argentina tiene antecedentes que no llegaron a concretarse. Algunos analistas sospechan que lo mismo podría ocurrir en esta ocasión.
Estos desequilibrios macroeconómicos tuvieron también su responsabilidad en el fracaso de alternativas anteriores. Desde el protocolo sobre la moneda de 1987 firmado por Sarney y Alfonsín, pasando por el Tratado de Asunción de 1991 de Menem y Collor de Melo, los intentos de Bolsonaro y Macri por crear una divisa común, y la apuesta de Lula y Fernández por una posible Sur, la idea de una integración monetaria entre Argentina y Brasil trasladable a la región estuvo siempre sobre la mesa. El desafío esta vez será romper la regla de las iniciativas anteriores, que quedaron en la nada.
En 1987, por cadena nacional, los presidentes de Argentina, Ricardo Alfonsín, y de Brasil, José Sarney, firmaron diferentes acuerdos de integración. El protocolo número 20, sobre la moneda, “crea una unidad monetaria común emitida y respaldada por un fondo de reserva administrado por los bancos centrales de los dos países”. Si bien el contexto de retorno a la democracia y la búsqueda de soluciones conjuntas a las crisis económicas internas propiciaron el acercamiento, la moneda, llamada “gaucho” no prosperó.
En 1991, impulsados por un contexto internacional del fin de la Guerra Fría y expansión del capitalismo a nivel global, los presidentes Menem y Collor de Melo firmaron el Tratado de Asunción, una continuidad de las negociaciones iniciadas entre Sarney y Alfonsín, que se hizo extensiva a los países de la región. En ese acuerdo, si bien no se habla de una moneda común, sí se establece, en el artículo 2, la intención de coordinar “políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes”, algo que implicaba, entre otras cosas, las políticas agrícolas, industriales, monetarias y cambiarias.
Durante los años que lleva el Mercosur, los miembros del bloque se han debatido sobre cuestiones como la ampliación o la profundización de la integración, o sobre las asimetrías de las economías que lo componen, pero poco se ha adelantado en materia de coordinación macro.
El próximo paso en el intento de avanzar hacia una divisa común lo dieron Mauricio Macri y Jair Bolsonaro. En 2019, después de reuniones entre los ministros de ambas partes, la idea de un “peso real” parecía tomar fuerza. Sin embargo, la asimetría en la situación económica y la preocupación por la inestabilidad económica en Argentina también truncaron las expectativas.
La idea de una moneda común, que no reemplace al peso ni al real, es incipiente. El respaldo de esta divisa, su emisión, sus características y alcance aún estarían por definirse. “Establecimos mecanismos para avanzar en documentos comunes para recorrer el objetivo de lograr una moneda común, que tiene como objetivo central que tengamos mecanismos de comercio común”, dijo el ministro de Economía, Sergio Massa, en conferencia de prensa, y acompañado por su par brasileño, Fernando Haddad.
Una inflación de anual del 94% en Argentina, frente a una del 5,9% en Brasil, podría ir en contra de este nuevo intento, entre otros desequilibrios macroeconómicos que suman ambos socios del Mercosur.