En abril del 2018 Lázaro Báez cumplirá dos años tras las rejas. Y se prepara para una nueva Navidad en Ezeiza. Ya acostumbrado, en el penal hay cuatro pabellones en el módulo 6 para presos del sistema IRIC. Allí fueron a parar los primeros detenidos, como él (Ricardo Jaime y José López).
Los últimos en llegar, esta semana, fueron Cristóbal López y Carlos Kirchner, el primo de Néstor, que ayer pasó amargamente su cumpleaños 64. Jaime y López ya están integrados al sistema penitenciario: mientras el ex secretario de Transporte insiste en planteos al SPF, el ex encargado de la obra pública guarda una conducta ejemplar y hace cursos de literatura, canto y confección de bolsas. Sigue mirando El Zorro por El Trece todos los mediodías, lee sus causas penales y quiere estudiar Derecho. Sus familiares no suelen visitarlo después de un año y medio tras las rejas.
En otro de los pabellones está Amado Boudou, que el sábado por la tarde recibió la visita de su esposa, la exdiputada mexicana Mónica García de la Fuente. En un tercer sector, están juntos el amigo de Boudou José María Núñez Carmona y el ex secretario de Legal y Técnica Carlos Zannini, a quien su familia lo visitó el jueves.
Complicado. Días atrás, Víctor Manzanares, excontador de la familia Kirchner hasta mediados del mes de noviembre pasado, amplió su declaración indagatoria en la causa que investiga y trata de establecer si la familia de la ex presidente Cristina Kirchner utilizó a sus hoteles en la Patagonia, fundamentalmente el Alto Calafate, para “blanquear” dinero de supuesta corrupción a través de su principal socio comercial, Lázaro Báez.
Manzanares, quien se encuentra detenido por obstruir el accionar de la Justicia en otro caso vinculado a los K, admitió que el Alto Calafate, controlado por la sociedad comercial Hotesur S.A, funcionó irregularmente durante años y que sus verdaderos dueños (la familia Kirchner) le “cedieron” el uso comercial a Báez, que les pagó un precio muy alto por ese “negocio” aunque fueron los Kirchner lo que lo utilizaron y movieron los papeles, e incluso tenían influencia en el hotel como si Lázaro fuera más un “inquilino fantasma” que un verdadero “locador”. La familia Kirchner negó durante años -de manera sistemática y reiterada- cualquier tipo de irregularidad con el Alto Calafate-Hotesur.