“Nadie es tan rico como para comprar su pasado”, dijo alguna vez Nacha Guevara parafraseando a Oscar Wilde en un reportaje. Pensé lo mismo al ver su foto haciendo proselitismo para Duhalde caracterizada Eva Perón cantando No llores por mi, Argentina en el estadio de River para el acto de clausura de campaña de las elecciones de 1999. ¿Pero cómo? ¿No era Duhalde la derecha? ¿No es el padrino de la actual competencia: De Narváez/Sola? Nacha es una artista y no sería justo trasladarle a ella preguntas que correspondería formularle al matrimonio Kirchner, que finge ser tan distinto a sus predecesores cuando en realidad no es tan diferente, incluyendo a Menem, el padre de la famocracia más viva y pujante que nunca con Scioli, Reutemann y Macri.
Película vieja, me dije. También me pregunté si la acusación que enfrenta De Narváez porque desde un teléfono suyo se habrían hecho tres llamados al “rey de la efedrina” ¿sería tan distinta a la que enfrentó en la anterior elección legislativa la mano derecha de Carrió, Enrique Olivera, por tener una cuenta corriente en el exterior que pasada la votación se comprobó que no existía? Pero el problema no es solo del oficialismo porque, ¿en qué se diferencian De Narváez-Solá de los métodos kirchneristas si el PRO-peronismo también coloca tercera en la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires (la posición de Nacha Guevara) a otra artista con nombre emblemático: Claudia Rucci, y será el partido con mayor cantidad de listas colectoras? Y para completar mi escepticismo, terminé preguntándome, ¿existirá el cambio en política?
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