A simple vista, parecen tener poco en común. Sin embargo, hay algo en la mirada, la risa y el andar desgarbado que lo emparenta inevitablemente con Roger Waters, su padre, el hombre que fundó y disolvió Pink Floyd, el que conceptualizó el disco The Wall y el que desanda por estos días nueve shows en River Plate.
Harry Waters, de 34 años, asume que es complicado ser el hijo de una estrella de rock, pero que esa realidad no fue obstáculo al momento de seguir una carrera como músico. Y, aunque desde hace una década forma parte de la banda que acompaña al ex bajista de Pink Floyd por el mundo, consiguió desarrollar en paralelo un proyecto dedicado al jazz, su verdadera pasión.
—¿Cómo se produce tu acercamiento al jazz?
—Fue cuando tenía 22 años, creo... Escuché un estandar en la radio y pensé: “¡Esto es increíble!”. Ahí empecé a prestarle atención, pero no toqué hasta que tuve 25 o 26 años.
—¿Antes te interesaba más el rock?
—Si, especialmente el de los sesentas y setentas... Tuve una banda de fusión que tocaba estandars de jazz al estilo de Black Sabbath. Hicimos un par de conciertos pero no logramos juntar demasiada gente (risas).
—¿Creés te hubiera resultado más complicado ser un músico de rock?
—Probablemente. Ser músico de jazz es difícil de todos modos. Hay que asumirlo: no a mucha gente le gusta ese estilo de música. Pero si me hubiera dedicado a escribir canciones de rock, la gente hubiera hecho demasiadas comparaciones. Hubiera sido una pesadilla dedicarme al rock.
La nota completa, en la edición impresa del diario PERFIL.