Néstor Kirchner quería ser candidato presidencial en 2011 y, por eso, hace diez días se hizo estudios médicos exhaustivos para determinar cuál era su estado de salud para enfrentar la campaña. El objetivo era saber qué riesgos tenía y a qué ritmo podía diseñar su agenda proselitista, según confiaron a PERFIL tres allegados al patagónico.
El ex presidente le pidió a su histórico médico, Luis Buonomo , que le realizara una batería de chequeos clínicos. Le hicieron un examen físico completo, control de presión, electrocardiograma y otros testeos más sofisticados vinculados a la afección cardiovascular que padecía el santacruceño.
Según una fuente oficial, no se detectaron anomalías en las arterias ni en el músculo cardíaco. “Le dio completamente normal”, reveló a este diario un hombre del entorno médico del ex presidente. Por eso, se tomó la decisión de “casi” no corregir la medicación –licuantes de la sangre– suministrada al entonces paciente.
Nada hacía prever el desenlace fatal y, por ese motivo, Kirchner planeó una seguidilla frenética de viajes la última semana de su vida: el miércoles estuvo en el Chaco; el jueves, en Chivilcoy; el sábado, en Río Gallegos y, hasta el día de su muerte, en El Calafate. Hizo todo eso sin la marca personal de Buonomo que, justo al momento de su muerte, estaba en Buenos Aires.
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