Luis Czyzewski es el padre de Paola, una de las 85 víctimas del ataque terrorista del 18 de julio de 1994 a la AMIA. Se trata de uno de los familiares que mayor relación tuvo con Alberto Nisman durante la investigación del atentado, del que se conmemoran, la semana que viene, 22 años. Mientras la causa por su muerte sigue estancada, recuerda el trato con el fiscal.
—¿Nisman tenía miedo por las amenazas?
—Yo hablé con él ese tema, poco, pero hablé. Cuando le pregunté, ¿sabés lo que contestó? “Me chupan un huevo las amenazas”. El sabía lo que estaba haciendo, dónde estaba parado y que iba a ser amenazado. Se lo dijo a muchos familiares. El no era ningún tonto. La denuncia que más peso específico tuvo a nivel mundial de Nisman no fue la del encubrimiento contra CFK, sino sobre la injerencia del fundamentalismo iraní en América del Sur, la militarización en Venezuela, Surinam y la Triple Frontera y células dormidas en tres países.
—¿Qué impacto tuvo su muerte en las causas AMIA y del encubrimiento?
—Tuvo dos impactos: uno fenomenal, el institucional, y otro no tratado, que fue el humano. Nadie habló de que falleció un papá, y si no se llega a saber cómo murió sus dos hijas van a llevar esa carga para toda su vida. Cristina cometió dos errores monumentales. El primero, presionar para que la causa sea archivada sin abrirse. Porque en cualquier momento se puede abrir y porque flota en el ambiente que Nisman no murió voluntariamente. Uno desconoce si el gobierno anterior tuvo que ver, pero existe la presunción que pudo tener algo que ver. El otro error fue desacreditarlo en su vida personal, buscando así desacreditar su trabajo.
—¿Qué relación tenían entre ustedes?
—Era el fiscal de la causa y yo era el papá de una víctima. No fui amigo pero tuve una cantidad muy grande de reuniones con él. Era una persona bastante especial en su forma de hablar. Razonaba rapidísimo y hablaba de la misma manera. El conocía a mi familia. Cuando venía siempre me hacía la misma pregunta: “¿Tenés algún un nieto más?” Y yo siempre le preguntaba lo mismo: “¿Cómo están tus hijas?”. Cada vez que hablaba de sus hijas, se posesionaba.
—¿Hizo una buena investigación sobre el atentado?
—Con respecto a la conexión local, el resultado fue nulo, reconocido por él. Con respecto a la conexión internacional, creo que hizo un buen trabajo. Nisman no fue Gardel ni una porquería.
—¿Le sorprendió que Nisman haya presentado la denuncia por encubrimiento?
—Yo no conocía el nivel de la denuncia ni las personas que iban a ser denunciadas. Pero era público entre los que estábamos involucrados que iba a haber algo importante.
—¿Cree que pudo haberse suicidado?
—Sin querer ser un opinológo, él no era un tipo al que uno pueda pensar que pueda tener intención de suicidarse. La investigación de la causa AMIA y sus hijas eran el leitmotiv de su vida.
—¿Cuál fue su último contacto con el fiscal?
—Me llamó el jueves, un día después de haber presentado la denuncia por encubrimiento. Me preguntó si me podía llamar un periodista que me estaba buscando. Y le dije: “Alberto, ¿sabés dónde te metiste?” Fue lo único que se me ocurrió decirle. Y la respuesta fue: “Estoy bien. Estoy mejor que nunca y si no hubiese hecho lo que hice, no podría de acá en adelante, mirar a los ojos a mis hijas”. Me dejó duro cuando me dijo eso. Fue una conversación de dos o tres minutos. Una respuesta terrible.