En marzo pasado decidí ser precandidato presidencial por el Peronismo, espacio al que pertenezco desde que inicié mi carrera política. Anhelaba una gran PASO del arco opositor, que resultó inviable. Finalmente, decidí tomar la decisión que facilitara la mayor unidad posible.
La decisión de volver a intentarlo, después de la ajustada derrota en las elecciones de 2015, había estado motivada por la necesidad de contribuir a la construcción de una alternativa al ajuste del Gobierno y sus graves consecuencias; y por la reivindicación que sentí del histórico debate. Hay otro camino.
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Entendí que muchos sectores del Peronismo pedían una mayor apertura política que la expresada por nuestro espacio en 2015 y 2017. Por mi vocación de diálogo con todos los actores de la vida política e institucional del país, sentí la responsabilidad de encarnar esas demandas, haciendo mi aporte en un momento tan crucial.
Llevo 22 años de carrera política. Me encuentro en mi tercer periodo como Diputado Nacional, además de haber sido Secretario de Turismo y Deportes, Vicepresidente de la Nación y dos veces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Todas las acciones de mi vida política fueron definidas con responsabilidad pensando el mejor camino para el futuro del país. Como decía el general Juan Domingo Perón, luego viene mi espacio político y más atrás, las ambiciones personales.
En estos meses que transcurrieron, han sucedido hechos que reconfiguraron el escenario político de manera determinante. La precandidatura de Alberto Fernández por el Frente de Todos es la expresión y confluencia de muchos sectores políticos, económicos y sociales, sindicatos y sectores productivos, teniendo al Partido Justicialista, del cual soy vicepresidente, como columna vertebral.
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Luego de aprender de las últimas derrotas electorales, con una profunda autocrítica, mucho trabajo y a través del diálogo se logró la mayor integración posible, incluyendo e incorporando a muchos sectores políticos que en los últimos años habían tomado otros rumbos.
Algunos interpretaron que yo había quedado enojado con este escenario. No. Enojada está la gente y tiene razón. Tenemos que comprenderla, poner el hombro y ayudarla a salir adelante. Ese es mi lugar.
Que quede claro. Mis verdaderas peleas no son por lugares en las listas, sino por la competencia positiva de ideas que nos lleven a un mejor país. La complejidad de la agenda económica, social y productiva va a requerir, en los próximos años, un gran acuerdo nacional alrededor de políticas de estado esenciales para la recuperación del país. Con la coherencia de siempre y mi experiencia nacional e internacional, seguiré siendo parte activa de esta búsqueda de consensos.
Como ejemplo, sin especular, sin hipocresía y sin mezquindad acudí al llamado al dialogo que realizó el Gobierno el pasado mayo, acercando mis propuestas. A partir de la reconstrucción de los vínculos internacionales, es necesario ahora repensar nuestra agenda y la manera de insertarnos en este mundo más proteccionista. Tenemos que transformar a las embajadas en promotoras de las exportaciones y la búsqueda de inversión extranjera.
Vaca Muerta es el mejor ejemplo de como la continuidad de buenas políticas públicas genera confianza y atrae inversiones sustentables.
El gran desafío que nuestro país tiene por delante es diseñar y poner en ejecución un programa de gobierno que logre estabilizar la economía, recuperando el crecimiento a partir del desarrollo de todo el potencial de nuestras cadenas de valor. A través de más y mejor educación, debemos generar los empleos del futuro, que serán el único ordenador legítimo de una sociedad.
Necesitamos desandar el camino del endeudamiento tóxico en el que hemos caído, entre ellos el contraído por el Banco Central a través de las Leliq. Tenemos que recuperar el sistema de precios relativos, hacer que la capacidad instalada de las empresas vuelva a producir a pleno y que las familias paguen tarifas razonables.
Para cumplir con nuestros compromisos externos no basta solo la voluntad de pagarle al FMI. Hay que reformular los acuerdos vigentes, pero el esfuerzo no puede venir de exigirle más a los sectores más débiles de la sociedad. Hay que crecer y desarrollarnos para poder pagar y alcanzar el equilibrio fiscal sano, a través de recursos genuinos.
Ese es “El Otro Camino” al que me vengo refiriendo hace tiempo. La unidad de los argentinos no debe ser solamente una expresión de deseo. Ésta vendrá de la mano del achicamiento de la desigualdad social, de la mejora en la distribución del ingreso, de la recuperación del salario y las jubilaciones y de la reactivación del consumo.
Argentina sólo saldrá adelante a través del progreso integral, promoviendo el trabajo y la industria nacional. Los años que vienen nos van a necesitar a todos empujando para el mismo lado. Como siempre, cuenten conmigo para eso.
*Diputado nacional
CP