POLITICA
Opinin

Pedagogía de la arrogancia

Cristina Kirchner cometió un error de los que hay pocos ejemplos aún en la política argentina: con un discurso logró unir a distintos actores en su contra.

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| Presidencia

La presidenta Cristina Kirchner cometió un error de los que hay pocos ejemplos aún en la política argentina: con un sólo discurso logró unir a distintos actores en su contra, a quienes condujo como en una vía rápida a la Plaza de Mayo, un escenario muy temido para un sistema político que aún está recuperándose de la crisis de 2001.

Las consecuencias del infortunado discurso aún están por verse, pero ya puede decirse que no es un traspié casual sino que el error está en la base del estilo de la Presidenta.

Es esa pedagogía de la arrogancia que se vio ya en su primer discurso como Presidenta ante la Asamblea Legislativa, cuando, por ejemplo, lanzó un reto a uno de sus invitados, su colega uruguayo Tabaré Vázquez. En aquel momento, muchos recibieron la reprimenda con humor, sin percibir que se trataba de algo muy peligroso para un mandatario.

Hablar sin papel; confiarse en la memoria; jugar con las emociones del auditorio; sobreestimar su propia capacidad; utilizar el atril para agredir y dividir; considerar que los adversarios son enemigos a los que hay desenmascarar ante la sociedad con argumentos provocativos; adoptar una pose blindada, impermeable a las críticas; amonestar con los deditos y con las inflexiones de la voz; son todos atributos negativos para un Presidente, para alguien que ha sido elegido para gobernar para todos.

Su esposo, Néstor Kirchner, a quien debe mucho de su cargo actual, era también agresivo pero nunca llegaba hasta el hueso. Un buen ejemplo es el enojo de Cristina por las derivaciones del Valijagate: allí acusó a Estados Unidos de merodear los "basurales" de la política por la presunta operación en su contra; su esposo, en cambio, exigió al gobierno norteamericano que "envíen al prófugo", en alusión a Guido Antonini Wilson. Son dos maneras distintas de referirse al mismo hecho. Una forma es amateur; la otra no.

El gran problema es que Cristina Kirchner pueda padecer del síndroma de De la Rúa, otro político que también brilló en el campo legislativo, pero al que la presidencia le quedó grande.

(*) editor del diario Perfil