Las crónicas dicen que la Presidenta visitó hoy por primera vez la sala de periodistas de la Casa de Gobierno. Y que la visitó junto al jefe de Gabinete, el ministro del Interior y su vocero que no vocea, Miguel "La Corte" Núñez. Lo que nadie destaca es la gran ausencia de esa comitiva oficial. Pepe Albistur, el secretario de Medios y encargado de aceitar las relaciones entre Gobierno y prensa, no fue de la partida. Para los periodistas no sumaba nada, Albistur siempre fue un cero a la izquierda en el manejo de la información oficial, y sólo le interesaba a los cronistas que completan sus sueldos con programas de cable hambrientos de pauta oficial. Pero la ausencia de Pepe debe ser tomada como el signo más evidente de que es el próximo en dejar el barco kirchnerista.
La diarrea albertista, inaugurada por él mismo, siguió con Héctor Capaccioli, superintendente de Servicios de Salud, y Romina Picolotti, quien encabezaba la secretaria de Ambiente. Ayer, Claudio Moroni, socio histórico de Fernández debió dejar la AFIP a manos del ultra K Ricardo Echegaray. De los ministros sólo queda Graciela Ocaña haciendo un frágil equilibrio, y entre los secretarios, Pepe Albistur, del cual se busca el mejor momento para darle salida.
No es que el pegador de afiches haya hecho mal su tarea, desde el punto de vista de Kirchner. Manejó una inmensa cantidad de dinero que le permitió comprar y sobornar a periodistas. Inauguró medios (privados) con fondos públicos destinados a ensuciar a quienes criticaran a los Kirchner y, de paso, hizo algunos negocios propios aprovechando la abundancia de presupuesto. Lo que le molesta ahora al presidente de facto, es que le hayan deslizado que Alberto Fernández sigue aconsejando a Pepe sobre dónde hay que invertir la plata de la publicidad oficial. Sí, es ingenuo el argumento, pero suficiente para que Enrique "Pepe" Albistur, el hombre que se hizo rico pegando afiches, se vaya de la función pública.
La salida de Albistur en otro momento de la gestión Kirchner hubiese sido aire fresco y un golpe de efecto interesante en un gobierno criticado por su pésima relación con la prensa. Ahora, será un signo más de la decadencia irremediable del oficialismo.
(*) Editor general de Perfil.com