Este 17 de noviembre de 2022 se cumplen cincuenta años del primer regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina después de años de exilio y proscripción. En la memoria colectiva se mezclan este día, que fue declarado como “el día de la militancia”, y el otro regreso, el definitivo, el del 20 de junio de 1973, tristemente célebre por ser la “Masacre de Ezeiza”, día que el viejo líder volvía definitivamente al país y en lugar de ser recibido por una fiesta, fue recibido por un feroz tiroteo que obligó a que su avión aterrizara en la base aérea de Morón y no en el aeropuerto “Ministro Pistarini”.
“Siempre se dijo que el Movimiento Peronista lo abarcaba todo. Desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda. Desde López Rega hasta los Montoneros. Del nacionalismo católico al neoliberalismo. De los viejos conservadores a los jóvenes revolucionarios”, comienza el prólogo de “El avión. 1972, el regreso de Juan Domingo Perón”, la investigación del periodisa Pablo Mendelevich sobre aquel mítico primer regreso, que a la luz de los acontecimientos de este medio siglo, interpela nuevamente a la sociedad argentina, tan afecta a las grietas y a los enfrentamientos binarios.
Cristina Kirchner encabeza un acto en La Plata por el Día de la Militancia: ¿lanza su candidatura?
“Si se afirmara que todas las expresiones del peronismo viajan juntas once mil kilómetros en un mismo avión para ir a Europa a buscar al líder, diecisiete años prohibido en su patria, y vuelven con él… Que en ese avión van todos los presidentes peronistas del siglo XX (Perón, Isabel, Cámpora, Lastiri y Menem). Y que conviven pacíficamente sentados en sus butacas pasajeros que poco después terminarán asesinados por órdenes de otros pasajeros… no faltarán quienes digan que se trata de una ingeniosa obra de ficción. Una extraordinaria metáfora del peronismo. Pero no fue solo metáfora”, explica el periodista en el prólogo.
En estos días de 2022, al menos aprendimos a no discutir a los tiros, pero la grieta en el peronismo sigue, con otros matices, tan abierta como en la sociedad, entre los que apoyan de alguna manera al actual oficialismo y quienes están más cerca del pensamiento de la oposición.
En aquel regreso de Perón, pasaron una cantidad de situaciones increíbles que evoca la investigación publicada por Editorial Planeta. ¿Cómo se gestó aquel chárter lleno de personalidades y de protagonistas, que para bien y para mal, marcaron buena parte del destino de los argentinos? ¿Quiénes y por qué acompañaron el regreso de Perón? ¿Por qué el viejo líder no pudo salir del hotel de Ezeiza por varias horas? Estas y varias preguntas más son respondidas en este libro. Aquí, un resumen de lo más significativo.
Por qué el 17 de noviembre es el Día de la Militancia Peronista
Después de tratar de “tapar el sol con la mano”, de buscar por todos los medios que Perón no regresara ni fuera protagonista de la política argentina, el dictador Agustín Lanusse cedió y permitió que volviera a la Argentina. Pero para ese regreso, “dispuso la espectacular movilización de treinta y cinco mil efectivos en vehículos blindados y de artillería con el objeto de privar de cualquier recepción popular a Juan Domingo Perón”, explica Mendelevich.
Para ese regreso, en medio de un clima de violencia política de ambos lados, se planificó una suerte de escudo protector. “Perón vino escoltado por un seleccionado peronista de 147 dirigentes de la nueva y la vieja guardia, sindicalistas, militares, curas, leyendas del deporte, figuras del espectáculo, escritores, incluso algunos aliados extrapartidarios”, señala el periodista.
Se barajaron algunas opciones para la organización de ese regreso. La primera fue un avión “multipartidario”, pero no se pudo avanzar. Y rápidamente se pasó a un avión de “esencia peronista, suavemente aderezado con toques extrapartidarios”, escribe Mendelevich.
Qué fue la masacre de Ezeiza, una de las grandes movilizaciones peronistas, que terminó en tragedia
Para el chárter se pidió cotización en varias líneas aéreas: Aerolíneas Argentinas fue la primera opción, pero quiso saber quién quería contratar semejante chárter. Luego fue el turno de Iberia, British Caledonian, Varig, Air France y Lan Chile, que entendió rápidamente quién sería el pasajero principal y declinó el encargo para no tener problemas con las autoridades argentinas. Se sucedieron las cotizaciones y las condiciones.
Finalmente fue Alitalia la encargada del vuelo, gracias a gestiones sin agencias de turismo mediante, que cotizó en 61 mil dólares, contra los 75 mil que habían pedido Iberia y Varig (unos 480 mil dólares de hoy). Según afirma Mendelevich, no se conocen pruebas que lo certifiquen, pero el empujón para que Alitalia se hiciera cargo del traslado de pasajeros tan particulares se produjo desde Roma, donde operaban los impulsores del operativo, uno de ellos, la Fiat de la familia Agnelli, que puso su avión para que el General y su entorno de Madrid viajaran a Roma para abordar el avión que haría el vuelo transoceánico. También la Logia P Due de Liccio Gelli, con fuertes vínculos con José López Rega y Raúl Lastiri intervino en la financiación, siempre según el libro mencionado.
“Los pasajeros del chárter que hoy viven, menos del diez por ciento del total, confirmaron que no todo el mundo pagó el pasaje. Muchos pagaron, pero no todos. El criterio que se utilizó no está muy claro. Es posible que hayan considerado las características de determinados viajeros (…) pero también habrá importado quién patrocinaba al invitado y formulaba la invitación”, explica Mendelevich y también señala que el contexto en el que se habló de cuanto se pagó por cada pasaje y el financiamiento externo del avión fue en procesos judiciales acerca de “un secuestro internacional, un pago de rescate y la desaparición de un hombre clave en esa historia, un viejo aseos del General, Héctor Villalón”.
Las últimas horas de Juan Domingo Perón y su multitudinaria despedida
La historia del avión de Perón
Según reconstruye la investigación, el avión que trajo a Perón tras casi 18 años de exilio fue construido en los Estados Unidos y antes de pertenecer a Alitalia, fue utilizado para hacer demostraciones aéreas. De la compañía italiana, después de más de diez años de uso, pasó a manos de Braniff, que lo operó apenas tres años, hasta que la empresa quebró. Luego pasó a ser propiedad de International Air Leases, que se lo alquiló a Hawaian Airlines y a Aeroméxico.
El penúltimo paso de la aeronave, mítica para algunos argentinos, fue convertirse en carguero y fue alquilado por diferentes empresas, hasta que lo compró Arrow Air, y le cambió su nombre “Giuseppe Verdi” por “Bullit” (bala). Siguió pasando de manos y volvió a cambiar su nombre por “Road runner” (Correcaminos), hasta que finalmente sufrió un huracán en Miami. Si bien pudieron repararlo, fue desguazado en 2012, cuarenta años después del famoso viaje.
Medidas de seguridad y política
No eran tiempos pacíficos en la Argentina por aquellos incipientes años ’70. Se temía por la seguridad de Perón y su entorno, por la posibilidad de un golpe de estado en la Argentina a favor o en contra del viejo líder, pero también se aprovechaban esos temores para maniobras políticas.
El traje lila de Carlos Menem
Entre las infinitas anécdotas incomprobables pero risueñas que circulan en torno al vuelo, Fernando Peralta cuenta que su padre Fidel Gustavo Peralta solía recordar que “en la cena en Roma antes de volver, Menem estaba con un traje lila. Y no sé qué preguntó, que el General lo cortó en seco y medio ninguneándolo le dijo “Cómo era que se llamaba usted, el del traje lila?”.
La llegada de Perón a la Argentina
Rodeado de mil temores, el avión finalmente llegó a la Argentina con sus pasajeros de manera normal, aunque había un “plan B” que debían decidir Juan Manuel Abal Medina y José Ignacio Rucci: desviar el vuelo a Montevideo. Incluso corrió una versión, mantenida por años, de que había un télex desde Buenos Aires en el que el gobierno de Lanusse le ordenaba desviar el vuelo. Pero esa versión nunca fue confirmada, ni fue confirmada ni por investigadores ni protagonistas.
A las 10.58 del 17 de noviembre, por entre las nubes de un cielo lluvioso a más no poder, se divisó desde el aeropuerto el avión que traía a Perón y su extensa comitiva, que al tocar pista, entonó la inevitable marcha “Los muchachos peronistas”. Menos de una hora después, el viejo líder estaba en la habitación 113 del hotel de Ezeiza. A sus colaboradores le dio la indicación de que no hablaría con nadie del gobierno militar ni de la prensa.
El primer regreso de Perón y el Día de la Militancia
Se dedicó a almorzar, dormir una siesta y a las 17 recibió a dirigentes del Frente Cívico de Liberación Nacional, FreCilLiNa, que luego se convertiría en el FreJuLi. Pero la situación era confusa, ya que se hablaba de un diálogo entre Perón y Lanusse, que finalmente nunca se produjo. “Con el argumento de que era responsable de la seguridad de Perón, la dictadura insistía en digitar sus movimientos”, escribe Mendelevich.
Se cruzaba la información oficial y finalmente, el responsable de la seguridad se presentó en la habitación de Perón para informarle que no podía irse por razones de seguridad, ya que el líder había dispuesto todo para irse. La dictadura insistía en que no estaba preso, pero el General “hizo una segunda demostración de que sí lo estaba: salió de la habitación con actitud de marcharse. (…) El comisario Díaz sacó su arma y le apuntó a la espalda a Perón diciéndole que volviera sobre sus pasos”.
“Amanecía cuando Perón, Isabel y López Rega (…) tomaron la autopista Ricchieri rumbo a Vicente López, seguidos por una caravana de más de treinta autos…” Fueron a la casa de Gaspar Campos, pero ahí, comenzaría una nueva historia, que como casi siempre en la Argentina, no iba a tener un final feliz.