Entre enojos, heridos y broncas, se anunció formalmente el nuevo organigrama de Ministerios que conducirá Mauricio Macri que, como dato saliente, elimina diez carteras y mantiene a Marcos Peña como jefe de Gabinete aunque sin sus dos vicejefes, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana.
En primer lugar, el ascenso a vicejefe de Gabinete de Andrés Ibarra, un dato saliente que adelantó PERFIL en su edición de domingo, es una de las novedades para la Casa Rosada y, a la vez, un golpe certero a Peña. Ibarra es amigo personal del presidente y, como ministro de Modernización, venía muy enojado con Quintana quien, a pedido de Peña, intentó intervenir a Ibarra con funcionarios y medidas. El desembarco del ex gerente general de Boca Juniors es una de las novedades más trascendentes en la cúpula del poder macrista y un cambio fuerte. Ibarra habla de manera directa con Macri sin intermediarios y hoy será sus “ojos e inteligencia”.
El desembarco de Andrés Ibarra es una de las novedades más trascendentes ya que habla directo con Macri, sin intermediarios.
En segundo lugar, Javier Iguacel, quien había sido nombrado ministro de Energía, quedará por debajo de Nicolás Dujovne, ratificado como ministro de Economía. Iguacel está furioso y hasta amenazó con irse. Incluso, se pensó que podría ir a YPF dada la mala reputación que tiene el actual presidente, Miguel Ángel Gutiérrez, a quien se le adjudica una gestión floja.
“Es un golpe duro para Iguacel, está re caliente, pensó que al menos quedaba debajo de Dietrich pero ni eso”, confía una fuente oficial. Justamente, Guillermo Dietrich, de Transporte (quien llevó a Iguacel a Vialidad nacional) y Rogelio Frigerio, de Interior, quedarán con su actual organigrama. “No entendemos la postura de Iguacel, hace dos años que milita y perdió la intendencia de Capitán Sarmiento en 2015, debería estar agradecido de haber sido ministro”, agrega, enojada, la misma fuente.
“Es un golpe duro para Iguacel, está re caliente, pensó que al menos quedaba debajo de Dietrich pero ni eso”
Respiraron aliviados Germán Garavano, de Justicia, y Oscar Aguad, de Defensa. Ambos estuvieron muy cerca de convertirse en secretarias dependientes de Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad.
Por su parte, Jorge Triaca aceptó ser reducido a secretario debajo de Dante Sica, como ministro de Producción. Cerca de Triaca confiaron que no perderá nada de lo que tenía como ministro en términos de poder de fuego y de funcionarios. Por estas horas también es una versión extendida que Agroindustria, que se anexará a Producción, quedaría vacante con la salida de Luis Miguel Etchevehere.
Por su lado, nacieron dos súper ministros. Carolina Stanley, de Desarrollo Social, se anexó el área e Salud. En principio, el hasta ahora ministro, Adolfo Rubinstein, podría dar un paso al costado, una versión no confirmada aún. “Por las dudas ya estamos buscando un secretario de Salud”, confiaron en el Gobierno. Ya suena un nombre muy conocido para un cargo así: el titular de la cartera en la Provincia, Andrés Scarsi. Stanley y María Eugenia Vidal no requieren ni una reunión para hacer el cambio. También Desarrollo Social absorberá el Anses, cuyo titular, Emilio Basavilbaso, siempre fue sostenido por la jefatura de Gabinete. Hay quienes, a esta hora, hablan de la salida del funcionario, uno de los más complicados en la Justicia federal por sus manejos del Fondo de Garantías de Sustentabilidad.
El otro superministro será Alejandro Finocchiaro, el titular de la cartera educativa. Se quedará con Ciencia y Tecnología y con Cultura. En el primer caso es una incógnita aún si se quedará Lino Barañao, ahora como secretario, mientras que Pablo Avelluto, amigo personal de Finocchiaro, ya le avisó al ministro que seguirá en su cargo.
Como sea, el nuevo organigrama ya produjo el primer hecho político: una foto oficial donde se los muestra en una mesa con Macri a la cabeza. Lejos ya de las reuniones con más de 30 funcionarios donde pasaban desde el renunciado “Pancho” Cabrera a Alejandro Rozitchner, hasta José Torello (de viaje en medio de la crisis), jefe de asesores del presidente. La crisis obligó a volver a las mesas más chicas.
E.S. / C.P.
